Leopoldo Maler, compromiso permanente
y expresiones plurales  (2 de 2)

Leopoldo Maler, compromiso permanente <BR>y expresiones plurales  (2 de 2)

POR MARIANNE DE TOLENTINO
Hay exposiciones, aun buenas, que se visitan una vez, y basta. Hay otras que causan tanto impacto, que al asombro de la primera visita se quiere agregar la fase segunda de la reflexión, sino una tercera mirada, entonces más sosegada. «Arto del Harte» pertenece a esa clase de evento. Luego, para quienes conocen algunas de las obras, está el placer de reconocer y de valorar su actualidad.

Tampoco cabría descartar que una que otra instalación o ensamblaje no permite que se prolongue la contemplación sin experimentar una emoción incontenible. Pensamos en las cinco pantallas, imágenes y miradas, que simultáneamente fascinan y perturban. Sonidos crecientemente extraños, hermosos ojos iguales y distintos por el color, bombillos reales-simbólicos, tránsitos y trances comunicados al espectador culminan en una interpretación personal. La lectura de esta video-instalación, consagrada en grandes centros internacionales, difiere según nuestra receptividad. Es como la mayoría de las obras de Leopoldo Maler, estructuralmente simple, organizada, impecable, pero, finalmente muy compleja, se presta para el análisis y la discusión.

Si debiéramos elegir a un ensamblaje punzante, sería las seis siluetas colgantes «de Treblinka a Trelew», efigies nuevamente iguales y distintas por el color, que nos remiten a todos los hombres, torturados y desaparecidos, anónimos y marcados, mártires de los territorios de la muerte. Una historia que no cesa de repetirse… La obra requiere una participación intelectual y referencias para apreciarse plenamente.

LEOPOLDO MALER, UN MAESTRO DE LA INSTALACIÓN

Coincidimos plenamente con María Elena Ditren, directora del MAM, expresando que piezas, realizadas por Leopoldo Maler en los 70, conservaban la contemporaneidad más actual. Mientras tantos artistas y obras suelen envejecer y/o reflejar una época, el léxico creativo de Leopoldo Maler no tiene edad y prácticamente cualquiera de sus obras podría haber surgido ayer. Se advierten a la vez increíble constancia e inagotable capacidad de autorrenovación. Aparte de que invitan a plantearse una pregunta más general: ¿no había nacido el mejor arte de hoy hace 30 años, sugiriendo hacia el porvenir una multiplicidad de formas, materiales e ideas? ¿Ciertos abusos contemporáneos serían algo más que fantochadas sin mañana? Por esta razón –entre muchas otras– la exposición debe ser aprovechada por los artistas en cierne o emergentes, que disponen para su edificación, de un testimonio de la más sólida creación plástica latinoamericana.

A pesar de la muy alta calidad de las obras en general, hay realizaciones cimeras que nos alegramos tener la oportunidad de contemplar. Así se destaca la magnífica «Conciencia empírica», simbiosis de construcción y deconstrucción, propia para espacio y arte público. Ciertos simposios internacionales habían tenido el privilegio de albergar la contundente familia de sillas, abierta a variaciones de tamaños y mensajes, idiomas y conceptos. La madera posee la fuerza del metal o de la piedra. Igualmente poderosos son formas, volúmenes y colocación sugerentes. Una vez más tenemos por delante –y luego dando necesariamente  la vuelta- una composición con espíritu político y crítico.

El Poder se cuestiona –cuando Leopoldo Maler no lo condena–. El Trono objeto, signo y símbolo, reaparece con su caudal de metamorfosis, del altar al lavamanos. Otra vez  se alude a víctimas históricas –Argentina ha sufrido mucho-, las cabezas flotan ordenadamente en fila y en el agua. Es el «Santuario de Gritos y Sueños» -adrede el artista no habla de «susurros». Entre los elementos utilizados, el ready-made triunfa: el objeto serial, magnificado y modificado por su inserción en la obra, se aprehende con otra dimensión. Marcel Duchamp  y sus objetos «anartísticos» no se han olvidado.

¿Y como no mencionar aquella cabeza metálica grande, evocadora de la prehistoria como de la historia latinoamericana? El «Testigo silencioso» –o más bien silenciado-, tiene los labios cosidos… de filamentos de neón, una manera brillante (sic) de destacar el mensaje. Esta excelente pieza, debido a su colocación, no llama la atención de inmediato, y es a la segunda visita que adquirió para nosotros toda su importancia…

APROPIACION Y JUEGO

Comprobamos cómo Leopoldo Maler se adueña de objetos cotidianos. Se apropia de la manufactura, y cambia la índole de su consumo, ahora arte y alegoría social, haga él réplicas en otros materiales o los integre sencillamente dentro de la instalación. En ello, el artista tampoco conoce el estereotipo ni la repetición: el concepto y la obra dictan la metáfora, y, como buen poeta, las varía infinitamente. Hasta puede alcanzar el sueño, sin que perdamos la percepción de la realidad: la cama –sugiriendo un arterfacto de hospital– es un ejemplo de esa versatilidad.

La apropiación concierne igualmente a la obra de otros artistas, un proceso muy difícil para que la recreación se convierta en creación, pero al nivel de Leopoldo Maler esa absorción y aprehensión en segundo grado se inscribe naturalmente en su trabajo. Así su enorme Cacata guiña un ojo a las  esculturas arañas de Louise Bourgeois, y  está construida en placas de metal, que reproducen las piezas de «mecano», un juego de construcción, particularmente popular en la niñez de Maler –¡aquí sí está la réplica!–. 

En uno de los ensamblajes más espectaculares, La Maja desnuda, convertida en «La Cuñada de Goya», se encuentra levitando, refinada presea de resina acrílica sobre rústicas tablas de madera. ¡Recrear no conoce límites espacio-temporales! Y todos los materiales, brutos y naturales, industriales y sintéticos, valen, un estudio que ameritaría la producción de ese mago del reciclaje y la metamorfosis, que por supuesto incluye el movimiento –tanto de los elementos en sí como del espectador–. Pensamos en la Sala de los Ilustres..

Cada una de las obras proyecta la pasión del creador, el goce que se apodera del artista en la etapa de la concepción y tal vez más en el proceso de ejecución, interviniendo una imaginación riquísma, pero revisada y controlada por el medio de producción. Si se puede agregar rayas en la pared y pinceladas de último minuto, un tubo fluorescente debe diseñarse e instalarse. Se trata de una fantasía dirigida. Y el resultado es siempre perfecto, el esmero de la ejecución existe en el arte contemporáneo… durable.

Leopoldo Maler disfruta y juega, siendo el (buen) humor omnipresente hasta en la denuncia, sonrisa reformulada en rictus..Ahora bien, hay obras puramente lúdicas, como aquella inolvidable pareja de tango, el baile rioplatense, arrebatador y sensual, «mecaniza» sus figuras. Es más, creemos escuchar la música y la voz de Carlos Gardel. Las notas y el compás brotan del espectador hacia la obra, de la obra hacia el espectador.

Nos perdonará Leopoldo Maler. No nos «artamos» de su «harte», que, en un compromiso permanente de forma y de fondo, se identifica con la vida y la historia, el individuo y la colectividad, de Buenos Aires a Santo Domingo y el mundo. Gracias al Museo de Arte Moderno por una muestra excepcional.

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