Leopoldo Maler en el Museo de Arte Moderno 
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Leopoldo Maler en el Museo de Arte Moderno <BR>(1 de 2)

POR MARIANNE DE TOLENTINO
Del mismo modo que la presencia de la obra de Leopoldo Maler significa en la primera institución artística dominicana una fuente de regocijo, nos alegramos de que recíprocamente el Museo de Arte Moderno, este año, exponga a un creador de tanto prestigio e impresionante carrera. Una hora de gloria en varios sentidos para el museo.

Es que Leopoldo Maler no puede tratarse como un expositor ordinario, aunque se le celebre por magníficas obras exhibidas. Su personalidad internacional está ligada entrañablemente a la historia del arte dominicano. En el aspecto docente –un aspecto desconocido para muchos–, director brillante, él ha marcado el rumbo de la Escuela de Diseño de Altos de Chavón. En la proyección internacional, ha representado hasta a nuestro país, considerado su delegado en eventos colectivos mayores.

Dentro de la República Dominicana, nadie como Leopoldo Maler ha señalado la vía del arte contemporáneo, mostrando por ejemplo la riqueza de los nuevos medios y de la instalación en particular.  Ha sido un apoyo moral para quienes querían lanzarse en un terreno, todavía visto con dudas y prejuicios. La reputación incuestionable de ese mentor espontáneo no podía negar, hasta para adversarios retrógrados,la validez de expresiones artísticas de ruptura.

Debe enorgullecernos el hecho de que Leopoldo Maler, el afamado “anacoreta” de Boca de Chavón, haya elegido vivir y trabajar entre nosotros.  Hoy el despliegue de su creatividad en el Museo de Arte Moderno, susceptible de provocar el asombro, es bienvenido y era necesario. Para no pocos espectadores, adquiere la importancia de una revelación, desde el formato de las piezas y la diversidad de los lenguajes adoptados, hasta los mensajes y las connotaciones culturales que proponen la mayoría de las obras.

Leopoldo Maler cristaliza en su producción la polivalencia del arte actual y la negación de los límites por categorías. Se ha distinguido en dibujo, pintura, escultura, ensamblaje, video, instalación, happening, performance. Resulta muy difícil decir cuál es su modo de expresión más destacado, aunque, personalmente, lo consideramos como un virtuoso de los medios mixtos y ciertamente de los más grandes instaladores del mundo, con dimensiones de arte público.

El título de esta exposición excepcional , “Arto del Harte”, que en sí ameritaría un análisis, suena una provocación… Aquí interviene la vertiente de comunicador social de Leopoldo Maler, que, mediante una titulación insólita y golpeante, invita a que se le lea compulsivamente. Para quienes le descubren, la curiosidad se hace irresistible. Para los demás, el juego semántico y ortográfico bien corresponde a las facecias de una obra… extremadamente seria.

LA EXPOSICIÓN Y SUS PROPUESTAS

La exposición de Leopoldo Maler se despliega en la segunda planta del Museo de Arte Moderno, ocupando su totalidad, repartida entre los pisos y las paredes.

Es tan generosa en cantidad de obras, a menudo monumentales, que apenas basta esa superficie –la que habitualmente recibe dos muestras y aun así luce excesiva para los trabajos seleccionados–. Un área mayor hasta hubiera convenido, pues cada pieza de Leopoldo requiere una contemplación individualizada: así en el caso de la “Conciencia empîrica” –con su barroca construcción de sillas–, colocada cerca del Sueño de la Cacata, con su montaje lúdico en “mecano”, dos obras tan distintas en materiales y estructuras que la vecindad disminuye su impacto. 

Una reflexión colateral se suscita: concierne a la museografía que prácticamente se abstiene, instalaciones, collages, ensamblajes, sin olvidar la soberbia fotografía del artista, se autopresentan en base a su contundencia física y conceptual. La escenografía se encuentra en la obra misma, y cualquier accesorio le restaría fuerza.

La muestra podría mirarse casi como retrospectiva del artista, por su extensión y las fechas muy diferentes de realización. No lo es, ya que obras fundamentales como las que pertenecieron al período del CAYC –¡inolvidable “Ultima Cena”!– y a las colectivas de arte público organizadas por Gérard Xuriguera–, no hubieran podido ser traídas. Sin embargo, es un conjunto muy representativo de la capacidad creadora de Leopoldo Maler al filo de los años, y una demostración, que abarca tanto la idea y la metáfora como las sustancias, los procedimientos y el acabado. Sin que se quiera “maestro”, el artista da naturalmente, a través de las obras, una lección para los artistas emergentes. La singularidad reside en que un artista maduro siga evolucionando y conserve el frescor creativo que suelen atribuir a los jóvenes.

Testimonio de esa facultad, es la obra escultopictórica muy reciente que abre la exposición: “Ceci n’est pas une pipe”. Aquí Leopoldo Maler guiña un ojo al surrealista René Magritte y él nos brinda el mate, bebida de uruguayos y chilenos como de argentinos. Un modo de expresar que no se trata de un revival del pintor belga –de moda actualmente–, sino de un juego fino de apropiación. Magritte nos decía que la imagen… no es el objeto: la imagen de la pipa no es la pipa. Maler nos declara que no es un Magritte, sino un emblema de la identidad regional. Por cierto, muy pocos artistas poseen esa capacidad de referencia a otros artistas, qui exige inteligencia, alta cultura y pleno dominio de los medios.

Una segunda obra emblemática se observa inmediatamente, en el salón de enfrente. Una instalación de maquinillas de escribir.ardiendo (¡!) funge de homenaje y memoria de Leopoldo Maler. La maquinilla en llamas, viejo modelo del siglo XIX, datando de los 70, es tal vez la obra que ha consagrado internacionalmente al artista. Sorprende y divierte, luego provoca la reflexión. La palabra es fuego, la palabra consume. Se nos refiere al escritor y más al periodista.

No obstante, detras del rollo, el teclado y el fuego, se esconde otra referencia personal y autobiográfica. No tanto porque Leopoldo Maler ha empezado su carrera como periodista de la BBC, sino que uno de sus tíos, el cual ejercía un periodismo mordaz, desapareció… probablemente a causa de un oficio imprudente y comprometido.  La obra ha conservado, en instalación, todos sus atractivos. Pensamos en una sala de redacción, aunque hoy, menos interesantes y evocadoras, las computadoras han sustituido a las máquinillas. Esto también lo sobreentiende Leopoldo Maler.

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