¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

Juany Emilia Uribe poseía un corazón amoroso capaz de cobijar las penas y las alegrías de todas las personas conocidas y de los desventurados que la buscaban para contarle sus desgracias.
Su rostro ovalado portaba una sonrisa amigable llena de la ternura que salía de sus ojos penetrantes que, junto con el calor de sus manos, tenían la magia de apaciguar el dolor o la incomodidad.
Ella era una mujer que tenía la energía amorosa activada siempre, por eso la gente la sentía cercana y le era fácil sentir la confianza que podía convertirse en un diálogo largo del que surgían otras conversaciones, intercambios de libros y lecturas de poemas.
Firme en sus ideas, en sus creencias y sus palabras. Sin ofensas, imponía orden en el desorden surgidos en las aglomeraciones de personas interesadas en enterarse de los acontecimientos. En su caso, debía lidiar con los militantes de un partido donde todos sentían el local como su propia casa y a los líderes como su prolongación en las lides políticas.
Conocimos a Juany en las funciones de la Secretaría del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) cuando comenzamos la carrera de periodismo. Esa organización se caracterizaba por contar con muchas mujeres intelectuales, aguerridas, activas en sus comunidades y en la vida social y cultural del país.
Esas mujeres, entre las que estaban además de Juany, Gineyda, Ivelisse, Anneris, Leonor, Lucy, Clement, Felipa, Milagros, Norma, Miriam, Ana María y otras muchas cuyos nombres la memoria no alcanza recordar, pero sus imágenes permanecen en los recuerdos atesorados de las dominicanas que luchan por el bienestar del país, integraban un dinámico equipo en el que confiaba el líder del PRD José Francisco Peña Gómez.
Algunos periodistas que cubrían el PRD acostumbraban comunicarse temprano en la mañana con Juany y Gineyda para conocer la agenda del día del partido de la época de Peña, llamada que ellas recibían con la mejor de las recepciones e incluso, colaboraban con ellos guardándoles la copia del discurso que pronunciaría el líder o la grabación de una declaración.
Juany Uribe era abanderada de la buena lectura y la buena escritura, afición que seguro heredó de su papa. Peña Gómez confiaba ciegamente en ella y le pasaba sus discursos para que los chequeara, lo mismo que los textos que escribía.
En el Senado de la República, donde pasó a laborar después de la muerte de su líder, cultivo con su conducta y profesionalidad el respeto y la admiración de los empleados del lugar y de los legisladores.
Su velatorio fue una demostración del cariño, la admiración y el agradecimiento cultivado por Juany entre las tantas personas a las que conoció y extendió sus manos solidarias.
Descanse en Paz Juany Emilia Uribe, deseamos a tu alma quienes te conocimos.

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