¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

El orden natural ha demostrado que está por encima de lo creado por el hombre en sus genialidades por acomodar la vida a sus gustos, necesidades y confort, concibiendo megalómanas ideas e innovaciones con las que transgrede sus leyes y principios.
Cuando el planeta o alguna de las regiones en que se divide es impactado por alguna manifestación de la naturaleza, el hecho no es percibido como una condición de su ser, sino se le identifica como “fenómeno extranatural”, porque no se tiene control sobre el acontecimiento.
En ocasiones como la que acaba de producirse en la región de El Caribe con el ciclón Irma, cuyos vientos sacaron de sus raíces edificios, casas y árboles, los ciudadanos que piensan en el bienestar de las personas y del planeta, se preguntan por qué el ser humano no adecuó su vida al orden natural.
La tierra, en su superficie, tiene zonas adecuadas a cultivos, ríos, foresta, fauna, flora, vivienda, etcétera, de modo que cada espacio debe aprovecharse en función de sus características y fragilidades. ¿Por qué no se ordena el territorio siguiendo esos lineamientos?
Las aguas y vientos circulan por carriles y canales establecidos en el orden natural como todo lo existente, el ser humano es quien tiene que ajustar sus actividades a ese orden de la vida.
¿Seguirán los habitantes del planeta exponiéndose al peligro de morir antes de tiempo porque los constructores, planificadores y economistas no respetan las leyes naturales al diseñar las urbes, edificios, centros de recreación, industrias y demás medios para vivir en el planeta?
Los gobiernos del mundo tienen la ineludible responsabilidad de velar por la observación y respeto de los procesos naturales en lo que implica construcción de edificaciones, transporte, urbanización, comunicación de todo tipo, para preservar la vida en todas sus formas, la seguridad y los bienes de los habitantes de cada una de las naciones.
Los estragos ocasionados por las violaciones a las leyes de la naturaleza, la degradación de los recursos y la contaminación ambiental, que han llevado al cambio climático, hacen temer que en lo adelante los ciclones cambien su intensidad, como pasó con Irma que mantuvo durante 37 horas vientos de 297 km/h, batiendo así el récord del huracán Haiyan, que devastó Filipinas en noviembre de 2013 y sostuvo vientos a esa velocidad durante 24 horas. Dicen los expertos que Irma ha superado todos los récords en cuanto a energía acumulada, dado que generó en siete días más energía que la que crearon los ocho ciclones precedentes en el Atlántico, incluido Harvey, que devastó Texas el pasado mes de agosto.
El Panel Intergubernamental de Cambio Climático entiende que el calentamiento global no incrementará por sí mismo la frecuencia de los huracanes, pero sí que aumentará su fuerza, ya que los estudios muestran que la acción de los huracanes en un ambiente más cálido hará que sean más intensos, es decir, habrá más huracanes de categoría cuatro y cinco en el siglo XXI de los que hubo en el siglo XX.
Esta realidad a la que expone al mundo la devastación de que es objeto la naturaleza, debe alertar a los hombres y mujeres de buena voluntad, para defender la vida, la seguridad y los bienes de la ciudadanía y la madre naturaleza.

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