¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

El padre Rogelio Cruz calca el camino de Jesús asumiendo la defensa de la gente pobre, vivir entre los desgraciados y los que rechazan las injusticias, el crimen y la mentira.
En la época de Jesús esa opción era y aún es peligrosa como históricamente se ha visto con la suerte de las personas que luchan para que los pobres sean tratados con justicia como promovió El Mesías.
Las palabras de Jesús eran redentoras, sin embargo, en vez de motivar e inspirar a los grupos con los que se reunía a hablar de religión, hicieron que lo tildaran de inconforme o de demente.
Aunque muchos se niegan a admitirlo, en la Iglesia Católica existen sectores que rechazan la opción de Jesús por los pobres y contra las injusticias desde hace siglos enfrentando a los sacerdotes, laicos y feligreses de la iglesia antigua como la moderna, que viven la fe como instruyen los evangelios y la Biblia.
La historia de la Iglesia registra enfrentamientos y dificultades sufridos por los que dentro de ella, defienden los pobres, los marginados sociales, los débiles y los desamparados de la fortuna.
Hay ejemplos a nivel mundial y local de confrontaciones. En el país sacerdotes presionados por la jerarquía de la iglesia la han abandonado o tenido que plegarse al poder político, económico y eclesial, para permanecer en ella.
Víctima de esa actitud fue el ex sacerdote Juan Torres, de Higüey. Su trabajo en favor de los pobres de la provincia, relacionado con el movimiento desarrollado en los años ochenta por el reclamo de la tierra para los campesinos, provocó su salida de la Iglesia Católica.
Los hermanos lasallistas Antonio Cabeza y Miguel Efraín Domínguez, a quienes el país debería agradecerles eternamente por haber formado y concienciado a los jóvenes en torno a la realidad social dominicana, constituyen otro ejemplo de la intolerancia de una iglesia que no le importan los postulados cristianos, porque si así fuera, el mundo anduviera mejor, pero en su jerarquía hay cómplices de los males que afectan a las naciones.
Igual que a Rogelio, a Torres el compromiso con los pobres le valió el rechazo de otros sacerdotes y de sus superiores, a quienes satisfacía más codearse con ejecutivos de las empresas multinacionales y del gobierno de los doce años de Joaquín Balaguer que dedicarse a demandar justicia para los oprimidos.
Como a Torres, a Rogelio, los retardatarios trataron con mentiras que perdiera el respeto que se había ganado en la comunidad y en la misma iglesia con su ejemplar sacerdocio y apostolado.
El párroco de la iglesia San Pedro de Villa Consuelo, el domingo 11 de febrero, al final de la misa habló a los feligreses de la carta de la orden Salesiana de respuesta a la denuncia del padre Rogelio.
El sacerdote enjuició las acciones de Rogelio diciendo: “yo mismo trabajo tanto o más que Rogelio, pero no salgo como lo hace él a publicarlo en los medios; él actúa como si no tuviera que darle cuenta a nadie, como salesiano tiene que someterse a los reglamentos, sino se va”. La animadversión y encono que mostraba el sacerdote en su homilía lleva a pensar en la fuerza de una campaña cuyas raíces son más profundas y complejas que lo que se muestra en la superficie.
El padre Rogelio debe ser apoyado por los cristianos católicos verdaderos y por la población, especialmente por los pobres a quienes ha dedicado su trabajo y solidaridad humana y espiritual, oremos para que la justicia se imponga y pueda seguir actuando como Jesús: por y para los necesitados.

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