Ayer los cristianos conmemoraban la Resurrección de Jesucristo, quien antes de la pasión era llamado simplemente Jesús, hasta después de haber sido crucificado se le llamó Cristo, palabra que quiere decir ungido.
El Domingo de Resurrección es la culminación de la Cuaresma, un periodo de 40 días consagrados por la Iglesia Católica a rememorar los hechos más impactantes de la vida de Jesús en su paso por el mundo y su relación con la sociedad de su época.
Es evidente que si Jesús se hubiera comportado como lo hacía la mayoría de las personas de la sociedad de su época, hoy nadie se recordara de él y hubiese sido un hijo de carpintero sin una historia relevante que lo hiciera evocar por tantos siglos como alguien que se enfrentó a los poderes políticos y culturales de Jerusalén teniendo solo sus ideas como defensa.
Buscando el significado de la palabra Cristo, se encuentra que deriva del término griego Chréstos, que significaba un discípulo puesto a prueba, un candidato a hierofante. Cuando el aspirante lo alcanzaba por medio de la iniciación y había sido “ungido”, se cambiaba su nombre a “Christos” que quiere decir “El Purificado”.
Se entendía que el discípulo había logrado dominar el ego terrenal, la efímera personalidad de barro y unirla con el Ego inmortal e indestructible. Por eso a Jesús se le llamó “El Cristo”, porque era alguien que había logrado realizar este proceso. Al juntar las palabras quedó “Jesucristo”.
Hoy en día los seguidores de Jesucristo tienen ante sí el reto de continuar la obra que su maestro dejó inconclusa y que lo llevó a la muerte, transformar con ideas redentoras las sociedades donde habitan en todas partes del mundo.
En la sociedad dominicana los cristianos viven las mismas situaciones y tienen los mismos desafíos que Jesús en su tiempo: injusticias, discriminación, creencias irracionales, costumbres perniciosas, ideas malsanas, sojuzgamiento de personas, perversidades, engaños, mentiras, insensateces, muertes y abusos que no permiten la plenitud y seguridad de las personas.
Los seguidores de Jesucristo no deben contemporizar con los sectores que propician y mantienen las condiciones deshumanizantes de la sociedad. Deben asumir, como él lo hizo, el liderazgo por el bien colectivo en lo espiritual, en lo moral y lo material, entendiendo que las personas se desarrollan a partir de esos aspectos inherentes a la condición humana.
La República Dominicana necesita un mesías que, como Jesús, tenga el coraje de decir las verdades que poderosos y débiles no quieren oír, de delimitar las fronteras entre el bien y el mal, de enmendar los errores, escuchar a los demás y ser primero en asumir los retos que impiden al pueblo coger la cruz y avanzar hacia la felicidad con el pan garantizado.