¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

A veces la razón intenta evitar que el alma sucumba a las presiones de la realidad, es decir, el desastre que afecta a la ciudadanía sin siquiera mostrar un resquicio de sensatez que anime a pensar que las maldades sociales terminarán en corto o mediano plazo.
Es un sentir aplastante que se va transmitiendo de una persona a otra en los saludos, en las conversaciones, en las reuniones de amigos, de trabajo, de familia, entre coincidentes en una sala de espera, es la desesperanza compartida por lo vivido en una comunidad que se le está impidiendo soñar para reponerse de las adversidades.
En el pueblo dominicano está pesando demasiado que las maldades, los errores, el desorden, las injusticias, el despilfarro, las malquerencias, el antagonismo, el descontrol, los abusos, las perversidades, la prepotencia, la indolencia, la desvergüenza, la deshonestidad, la impunidad no tengan límites siente que arruinarán todo si no es capaz de un poner un freno y de asumir un proceso que organice esta sociedad agonizante.
La autoridad dominicana deambula interna y externamente como si el país careciera de una filosofía que norme su comportamiento. El principio de autoridad se ha desvalorizado como soporte para hacer prevalecer la sujeción ciudadana a las normas morales y cívicas de la nación por el mal ejemplo de quienes ostentan posiciones de poder y mando.
Grupos incontrolados aprovechan la debilidad moral de las instituciones del Estado y de sus incumbentes para irrespetar las leyes y atribuirse la facultad de impartir justicia a partir de sus criterios e intereses, sin temer ser sancionados por violar el ordenamiento legal establecido por la Constitución, las leyes y las normas de convivencia humana pactadas por los países mediante los organismos internacionales.
Las experiencias de las guerras, especialmente de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, los pueblos entendieron la importancia de que la vida de las naciones y de las personas fuese regida considerando su condición de seres humanos con derechos reconocidos a circular por el mundo sujeto a reglas de garantía y seguridad.
La historia guarda ejemplos horrorosos de acciones cometidas por individuos que se han creído facultados para imponer a los demás sus criterios e ideas respecto a determinadas circunstancias, incitando a enfrentamientos entre congéneres.
Adolph Hitler mató e indujo a sus seguidores a asesinar millones de personas para implantar la hegemonía de la raza aria; Stalin, en su obsesión por mantener el control del poder en la antigua Unión Soviética, asesinó y persiguió miles de personas; Estados Unidos, intentando detener la lucha anticolonialista en la Península de Indochina, mató a millones de personas en Vietnam, Laos y Kampuchea.
El pueblo dominicano vive en una zozobra que amenaza su esperanza a vivir en paz, en armonía, en seguridad y confianza, valores que le han costado muchas vidas instaurar, es deber de cada ciudadano y ciudadana, aportar su mejor cuota a mantener la paz y la concordia.

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