¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

Rindo homenaje desde mi corazón a sus corazones, a las madres que enriquecieron y enriquecen mi vida con las suyas, que con sus maneras nos indujeron a prepararnos para servir en esta sociedad donde aún es difícil ser aceptada con todas las prerrogativas humanas.
Mis bisabuelas materna y paterna: Susana y Rafaela. Sus historias de valentía afrontando las adversidades de su tiempo, su valor protegiendo sus familias, sus capacidades para las tareas más duras, me sorprendían cuando las escuchaba de niña.

Mis abuelas Celia y Tiolinda: la primera maestra de la cocina, sagaz negociante, emprendedora, creó la fonda de comida más famosa de La Romana. Su exquisita sazón y sus frituras hechas a estilo de chefs, son parte de la historia de la culinaria popular romanense.

Tiolinda (Tiola): virtuosa artista artesana, depurada bordadora y tejedora, no solo de sueños, sino de originales lencerías, manteles, cubrecamas, sábanas, vestidos y adornos del hogar y el vestir, confeccionista de ajuares de novia, de diademas y de coronas de flores para difuntos; las hacía hasta de caracolas y cristal, aún se pueden encontrar en los panteones de las familias acaudaladas del pueblo.

Dolorita: tía y abuela putativa de los niños y niñas del Batey Central. Cargaba un macuto de hiervas de remedio, de aceites para tratar el asma, la fiebre, los dolores, los parásitos que las madres compraban para sanar a pequeños y grandes. También llevaba mangos y frutas para regalar a sus ahijados y ahijadas. Madre de gran corazón, repartidora de besos, caricias y abrazos para todos.

Ramona (Monó): mi madre. Hechura de mi abuela, de riguroso apego a los valores y costumbres, dispuesta a generar el pan con el sudor de la frente. Madre de mil manos, maga de la multiplicación del peso, repostera y planchadora de primera línea, mediadora y conciliadora de la familia y el vecindario, mujer de negocios, organizadora de sanes, friturera, vendedora, humorista y conocedora del alma humana. ¡Lo daba todo por sus hijos e hijas! Se quitaba el pan de la boca para darlo a quien no tenía. ¡Cuánto la extrañamos! Sin ella la vida perdió sus encantos.

Regina (Sesé): madre de mis amigos y amigas de siempre, fiel compañera y amiga de alegrías e infortunio de la mía, tuvo 9 hijos e hijas que crio y educó con esmero y disciplina. Su hogar era un laboratorio donde cada quien tenía funciones asignadas. Maestra repostera y excelente modista, la máquina de coser era el medio que le servía para aportar al sustento del hogar.

Teresa (Niní): madre infinita de ternura, atenta, solidaria con todos sus vecinos, compartía con el necesitado cualquier bien que poseyera, fiel y sincera con sus amigas, más de una vez corrió peligro ayudando a los demás. Con su ejemplo nos enseñó a estar presente en las calamidades que afectan al vecino.

Julia, Nana: mamá de Cucho y mi segunda madre, su temple le valió ser apodada “Julia la Ley”. Formó 8 hijos e hijas. Su hogar era del familiar que necesitaba amparo, en su mesa había un plato extra para quien llegara. Diestra y justa conduciendo su prole, incansable para el trabajo y prodigiosa en inteligencia y amor. Eterno descanso a su alma.

Ninín, Andrea y Ada: mis hermanas. madres ejemplos de dedicación y entrega a la familia, suplidoras de bondad y de las necesidades de los suyos, sortean cualquier obstáculo para socorrer a quien las necesita, trabajadoras, prácticas y eficaces. Vigilantes del bienestar de sus proles.

Reconozco en esta reseña a todas las madres a las que de una u otra forma estoy vinculada, todas mujeres de grandes méritos, que valoro, admiro y respeto. Loor a todas de corazón.

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