¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

En la medida que se avanza en edad, la vida plantea mayores retos en todas las variables que ella implica: salud, relación de pareja, familia, paternidad, roles profesionales, compromisos sociales, políticos y comunitarios, cargas permanentes que no se pueden evadir ni ignorar por muchas razones.
Entonces la vida se complica: no alcanza el tiempo, ni el dinero, la salud y el humor se resienten, se reduce el esparcimiento y el trabajo es el único ingrediente que le da seguridad al humano porque se mantiene activo y puede suplirse las necesidades que conlleva estar vivo.
Vivir en el mundo actual y en especial en la República Dominicana es como ser actor de una película donde la realidad es dibujada por un pintor, sin lógica para componer con coherencia y sentido los elementos que su imaginación le permite crear.
Vivir hoy es temer al prójimo. Es ser ignorado, acosado, baleado, maldecido en sociedades y comunidades donde la gente depende de un celular que lo transporta a distancias cercanas o lejanas, le evita moverse a hacer diligencias, les separa de quienes comparte la casa, el parentesco, la comida, los estudios, y solo se está a gusto escuchando el chasquido del clic.
Vivir hoy es estar en automático, reaccionando violentamente a cualquier ruido, llamada o contacto que enfrenta dos personas que pueden lesionarse o morir por un mal entendido que pudo solucionarse sin consecuencias.
Las diferencias detonan en violencia en esta era de las comunicaciones del mundo incomunicado: hijos matan a sus madres, sus padres, hermanos, amigos y vecinos; padres matan las esposas, los hijos, nietos, pegan a los abuelos; hermanos abandonan los hermanos enfermos; los deprimidos se ahorcan, se lanzan del puente en medio del pavor y la desesperanza.
Así se vive actualmente sin que se observen políticas públicas para afrontar el desastre.
Los psicólogos y psiquiatras, interesados en los recurrentes asesinatos cometidos por ciudadanos de todos los niveles, no han podido ponerse de acuerdo al intentar establecer las causas de esos hechos: los vinculan a los criminales deportados de los Estados Unidos, a la falta de empleos, a las autoridades que delinquen en el manejo de los bienes públicos, a la falta de un régimen de consecuencias y la impunidad, a la ausencia de valores en la educación ciudadana, a una mezcla de estos factores. Lo cierto es que hay que emprender acciones urgentes para parar este caos.
Esta descomposición hace que aparezcan los oportunistas que piensan sacar beneficios de la incertidumbre y la ignorancia que aún priman en gran parte de la población, proponiendo fórmulas mágicas cuando su historia los revela como elementos aviesos a quienes sólo les interesa aprovecharse de los recursos del país para continuar abultando sus riquezas.
La finalización de este caos es una responsabilidad del pueblo y de las autoridades que lo dirigen. Todos a una deben sentirse comprometidos a aportar para construir la paz, la tolerancia, la seguridad y las provisiones que redirijan por una senda mejor el destino de la nación dominicana.

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