¿Les digo algo?

¿Les digo algo?

En estos últimos días despedimos varios amigos que marcharon de este plano con quienes sostuvimos amistad y a quienes valoramos no sólo por haberlos tratado, sino porque a través del tiempo aquilatamos sus cualidades en momentos compartidos en los que la vida nos permitió conocernos y apreciarnos.
Vivimos en una sociedad en la que valores fundamentales como la solidaridad, la defensa del oprimido, la honestidad y la lucha por la Justicia, la independencia y el progreso de los pueblos están siendo reemplazados por el individualismo, la ambición de riquezas materiales, el clientelismo y el pago de los favores para no contraer obligaciones morales con los demás, evitando las ataduras comunitarias.
Los amigos que se fueron, algunos todavía jóvenes, se caracterizaban por ser solidarios, sensibles al problema humano, de elevados sentimientos patrios que los hicieron asumir responsabilidades en sus áreas profesionales, contribuyendo al desarrollo de la nación.
Nelson Moreno Ceballos, Teo Veras, Damián Jiménez, Annie Tholenaar, Joseíto Mateo, Buenaventura Bueno Torres y Aristófanes Urbáez eran dominicanos que no vivieron exclusivamente para sí.
Ellos pasaron sus vidas tratando de que el país fuera un Estado democrático, que fuese administrado eficientemente, que la educación formara los niños para la vida, que la comunicación sirviera al ciudadano, que la cultura se valorara, que la política se ejerciera con decencia. Se marcharon sin lograrlo, pero no se quedaron de brazos cruzados, hicieron lo que creyeron que debían hacer para contribuir al desarrollo de la patria.
Como profesional de la psiquiatría el doctor Moreno Ceballos contribuyó a la humanización de los servicios para los enfermos mentales y a la incorporación de la salud mental en las políticas de salud del país, escribió libros y ensayos sobre diversos temas de psiquiatría aplicados a la realidad dominicana y se entregó a trabajar plenamente en su carrera.
Desde su juventud se destacó por su dedicación al estudio y a la lucha revolucionaria contra la dictadura, participó en la Revolución de abril de 1965 donde formó parte de los grupos de izquierda que se organizaron en los comandos revolucionarios de la gesta.
Damián Jiménez, dirigente político incorruptible fue modelo de activismo social comprometido y de entrega total a sus ideales de transformación social en procura de la justicia social, el derecho de los trabajadores a una vida digna, la solidaridad y el internacionalismo.
Joseíto Mateo se convirtió en un símbolo de la dominicanidad, su voz es bandera sonora de la patria. Nadie se parece más al dominicano común que el jacarandoso interprete de la música popular, fundamentalmente del merengue y sus variantes.
Buenaventura Bueno Torres era conocido como un profesional del micrófono progresista, siempre estuvo del lado de los oprimidos, colaboró con las causas revolucionarias y se dedicó a formar a los jóvenes interesados en el oficio de la locución.
Aristófanes Urbáez, periodista pugnaz e incisivo, desafiante polemista, militante de sus ideas deja una marca que han de reconocer quienes le seguían y quienes le adversaban.
Sus ejemplos permanecen y dan valor y sentido a la dominicanidad, serán recordados como ciudadanos prestantes, honestos y productivos que sin importar sus edades al momento de partir dan sentido a la frase popular que afirma: “Los buenos duran poco”. Es que “los buenos” siempre harán falta en un país donde parece que los malos y la maldad son eternos.

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