¿Les digo algo?

¿Les digo algo?

En la sociedad dominicana no se sabe a ciencia cierta qué impacto ha tenido en la autoestima masculina haber sido relevado de su condición de figura principal en el núcleo familiar, responsable de velar por el bienestar y desarrollo de la mujer y los hijos.
El hombre en la sociedad tenía la categoría de dios y se le suponían todos los atributos propios del ser Supremo. Para no ser injusta, saliendo del contexto general, como podían, intentaban cumplir su papel, aunque a la mayoría se le iba la mano en las circunstancias concretas de la vida.
En la procreación el hombre es tan importante como la mujer. Él es el padre y ella la madre, sin embargo, atributos concedidos social y culturalmente, elevaron al varón por encima de la hembra en la dirección familiar, su autoridad era absoluta y había una relación de dependencia y obediencia a sus designios.
El papá de sesenta, cincuenta y cuarenta años atrás era el centro del hogar. Delegaba en la madre la crianza y la educación de los hijos y las hijas. Con estrictas instrucciones establecía los mandatos que se debían cumplir y solo intervenía cuando sus normas no se llevaban correctamente.
Si en la casa sucedía algo que impedía el irrestricto cumplimiento de sus disposiciones, la madre debía informarle para que el papá, en su condición de rector familiar, impusiera las sanciones, trazara lineamientos y saneara las dificultades.
Era un papá que reía y socializaba poco con la familia, no expresaba sus sentimientos para no parecer débil. Sin embargo, tras su cara dura se escondía un ser cariñoso, aunque tampoco permitía arrumacos y besuqueos empalagosos. Era algo entre tierno, cálido, blando e intimidante a la vez. Esa consistencia sus hijos e hijas la podían sentir, especialmente cuando se enfermaban, estaban tristes o alguien les había lastimado.
En esas situaciones, era un papá que se ablandaba y abría sus brazos protectores para hacerles sentir que estaba ahí, a su lado; que era encargado de protegerles y guiarles en el camino de la vida, transcurso en el que jamás debían sentirse solos. ¡Qué sentimientos de seguridad y confort transmitía a su prole!
En el país de aquellos años justificaban su cara de perro Buldog, mostrando otra más amigable, risueña y cómplice, cuando manifestaba cariño a la esposa, a sus hijos, sus padres o a sus familiares y amigos. A veces hasta se le salían lágrimas que disimulaba para que nadie las viera y se supiera que él también tenía corazón.
¿Fue difícil para el papá de la sociedad hombre-centrista dejar de ser considerado la figura principal del hogar? ¿Realmente, papá ha dejado de ser la máxima autoridad del hogar? ¿Qué le costó que en la mesa se empezara a comer sin que él diera “el primer picazo” o que la mejor carne se la coma cualquiera, que no le lleven las pantuflas y el café, que el mejor puesto de la casa no sea de él? ¿De qué manera el papá dominicano ha ido asimilando y aceptando esos cambios?
Ayer era el Día de Padre. Los nuestros eran, son y serán los mejores desde cualesquiera de las ópticas conque sean mirados.
Como humanos hay buenísimos, buenos, regulares, malos…, pero para cada hijo o hija su papá es el mejor, nadie como él.
¡Loor y amor a todos los papás! A los que viven y a los que se han ido dejándonos un legado de vida ejemplar.

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