¿Les digo algo?

¿Les digo algo?

El 2019 asoma entre nebulosas que no les permiten a los habitantes del mundo, particularmente a los latinoamericanos y caribeños, ver claramente cómo los grupos de poder continuarán moviendo sus hilos los próximos doce meses.
América Latina finalizó el 2018 bajo una espesa estela que ha dividido casi todas sus sociedades: el resurgimiento de la derecha reivindicando los hábitos disociadores entre los habitantes del planeta y la explotación del hombre por el hombre, suprimiendo muchas de las reivindicaciones conquistadas por los trabajadores y las trabajadoras.
La primera y segunda guerras mundiales indujeron a los líderes mundiales a consensuar normas de convivencias para garantizar la paz y el entendimiento entre las naciones y las personas, al percatarse de que era más conveniente para todos los residentes del planeta discutir las diferencias escuchando y respetando las opiniones de cada quien y escoger lo beneficioso para todos, sin embargo, en estos tiempos, parece que hay interés de que esa lógica de convivencia y buenas relaciones se rompa.
En Brasil, por ejemplo, Jair Bolsonaro, en el discurso de juramentación a la presidencia de ese país, enlistó, sin el menor resquemor, las políticas neoliberales que impondrá y su propósito de restituir en su mandato la visión negadora de derechos que las dictaduras impusieron a esa nación en tiempos no muy lejanos.
En los últimos 70 años la humanidad ha intentado crear un orden de convivencia basado en el respeto a la dignidad humana y el reconocimiento a su supremacía en el planeta, conceptos que han dado fundamento a las normas acordadas en las Naciones Unidas, organismo fundado con el interés de que se hagan funcionales las decisiones que las naciones asumen en consenso.
No deja de sorprender que las ideas desconocedoras de la dignidad y los derechos de los seres humanos hayan reaparecido, aupadas por sectores de poder en su interés de enriquecerse y gobernar el mundo según la conveniencia del gran capital.
El desprecio a la condición humana en que basan los grupos de derecha su negación a que las personas disfruten de las prerrogativas inherentes a su condición de habitantes de este planeta, gestionado bajo un modelo de producción cuya principal meta es la expansión y apropiación de capital es la fuente primaria para que los más ricos sometan a las grandes mayorías en los diversos países y a escala planetaria.
Este modo de vida ocasiona que mucha gente ignore la manera como los sectores de poder las utiliza para sus fines, incentivando enfrentamientos entre los pueblos empobrecidos, como son la República Dominicana y Haití, flagelados por su condición de países que giran alrededor de los capitales extranjeros, de los gobiernos norteamericanos y las oligarquías locales.
El pueblo dominicano debe despertar y recuperar la conciencia de que es un pueblo empobrecido y saqueado como Haití y otras naciones latinoamericanas; que el camino de la independencia es largo, riesgoso y escabroso.
Urge confrontar a los verdaderos enemigos comunes y ofrecer las manos y el abrazo solidarios a quienes ven hoy amenazadas sus conquistas y disminuidos sus derechos por el avance de fuerzas cuyo principal objetivo es garantizar las ganancias de las grandes compañías y de los grupos económicos que controlan al mundo.

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