¿Les digo algo?

¿Les digo algo?

La sociedad se estremece cada vez que un hombre mata una mujer que generalmente es su esposa, compañera, madre, hija o hermana en circunstancias que pudieron evitarse si las desavenencias y los pleitos entre marido y mujer no fuesen considerados incumbencia exclusiva de los contrayentes o familiares.
Estos asesinatos aumentan año tras año como si los autores no hubiesen recibido ninguna noción sobre las condiciones en que rigen las relaciones interpersonales; entre parejas, madre e hijo, hermana y hermano, amiga amigo; convivencias en las que debe primar el amor, el respeto a la individualidad y a las decisiones del otro, aspectos importantes en la forma de relacionarse las personas sean o no afines.
Si los dominicanos quieren cambiar el nocivo comportamiento que les está caracterizando deben hacerlo primero personalmente anteponiendo como principio su voluntad de abandonar los hábitos y las creencias generadores de conflicto, enfrentamiento, violencia, venganza y recelo.
Ha trascendido que la joven abogada Anibel González, asesinada hace unos días por un ex esposo obsesionado, de quien se había separado el año pasado luego de que le infligiera varias puñaladas que no le segaron la vida milagrosamente, trató desesperadamente de alejarse de su victimario sin encontrar quien creyera que su situación era peligrosa y la ayudara a evadirla.
Anibel se esforzó en poner al corriente de su situación a familiares, amigos y autoridades responsables de proteger las mujeres víctimas de violencia intrafamiliar sin que esas autoridades concedieran la debida importancia a sus denuncias y tomaran las medidas pertinentes para garantizar su vida.
Para proteger la mujer deben desmontarse de la conciencia de las personas y particularmente de las autoridades los estereotipos culturales imputados a las mujeres, empezando por creer en sus ideas, en su modo de actuar y sentir con la misma confianza concedida a las provenientes de los hombres, aceptadas por lo general con carácter irrefutable de certeza y verdad.
Si se quiere evitar que sigan muriendo mujeres a manos de sus maridos o familiares es necesario que estos superen las ideas patriarcales que les impiden manejar adecuadamente las incompatibilidades en la relación de pareja, y que la sociedad asuma que los pleitos entre marido y mujer si deben ser del interés del colectivo.
El año pasado se registraron 68 feminicidios y en lo que va de este 2019 se cuentan de abril a julio 50, incluyendo asesinatos cometidos por hijos contra sus madres, hermanas, abuelas e hijas, protagonizados por hombres de distintos estratos sociales, entre ellos militares, empresarios, pastores, psicólogos.…
La peor forma del machismo y la desigualdad de género son la violencia intrafamiliar y los feminicidios que generalmente son la materialización de las amenazas que los agresores hacen a las mujeres.
El Estado tiene la responsabilidad de proteger a la mujer. La presente situación debe inducir una revisión de las políticas que se han creado con esos fines y asumir el cambio de los paradigmas de la visión del hombre y la mujer con una nueva visión educativa que los equipare en condiciones de igualdad.
Lo que nos falta hoy: el amor universal e incondicional.

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