El pueblo dominicano ha demostrado estar consciente del poder de su voto y lo ha ejercido en varias ocasiones para sacar de la dirección del país a los gobiernos que han querido obstaculizar el fluir democrático, el respeto a los derechos humanos y ciudadanos, tolerar, promover, proteger la corrupción, entregarlas propiedades del Estado a extranjeros y correligionarios en perjuicio de los intereses nacionales.
Mucha gente considera que el pueblo no piensa, que por un salchichón y una caja de espaguetis vende su voto. Sin embargo, las pasadas elecciones revelan que esa es una premisa falsa. A pesar de las dádivas de dinero, electrodomésticos, alimentos, enseres y promesas, los electores decidieron detener a quienes complicaron la vida y el desarrollo de su país.
Esta es una actitud tan cierta que cada vez que una organización política en el poder ha querido prolongarse más del tiempo legalmente establecido ha recibido el rechazo masivo de los ciudadanos, como también ha ocurrido con los planteamientos retrógrados de diversas denominaciones religiosas que pretenden imponer sus creencias y valores a toda la sociedad.
Jesús, en su paso por este mundo, predicó la justicia, la libertad del oprimido, la compasión al extranjero, la protección a las mujeres y los niños y a todos los seres humanos los quiso proteger con el segundo mandamiento de la Ley de Dios: ama a tu prójimo como a ti mismo.
En estas y en las anteriores elecciones, representantes de las iglesias se involucraron en la campaña, tergiversando las ideas de los candidatos que propugnan por una sociedad más justa, abierta y democrática, sin prejuicios, discriminación y garantías de los derechos ciudadanos.
Pastores, sacerdotes, predicadores y obispos hicieron contra campaña a Faride Raful, del PRM y a José Horacio de Alianza País, entre otros jóvenes políticos conocidos por sus ideales democráticos, quienes, pese a esa acción, recibieron la mayor cantidad de votos de los electores.
Sorprende que intelectuales liberales que se declaran seguidores del profesor Juan Bosch asumieran los mismos argumentos ultraconservadores que esgrimidos contra el fundador de su partido y que tampoco pudieron evitar su triunfo.
Faride y José Horacio pueden considerarse entre las esperanzas del pueblo dominicano para continuar ensanchando sus deseos de progreso y desarrollo humano, para complementar los logros democráticos establecidos en base a la lucha denodada de la población durante largos años de persecución y exterminio sufrido por la juventud amante de la libertad desde la era de Trujillo hasta nuestros días.
Se espera que los jóvenes de todos los partidos, escogidos por el pueblo en las recientes elecciones, honren a sus congéneres siendo agentes activos de los cambios necesarios para consolidar la democracia y la soberanía de la República Dominicana, impulsando desde el Congreso Nacional la realización de una Asamblea Constituyente por voto popular, con el objetivo de dotar la nación de una Constitución humanística, que reconfigure la justicia y los órganos de control y que sea democráticamente útil y eficaz para su florecimiento.