Fueron tirados como caña triturada, convertidos en bagazos
Desde el 16 de agosto en el país se pasa de una noticia a otra enunciando soluciones a dificultades de salud, violencia intrafamiliar, turismo, picazos en proyectos privados y públicos, propuestas del año escolar, cancelación por faltas éticas, declaraciones juradas, pero ninguna de esas noticias ha impactado más a la población que la referente a la promesa del presidente Luis Abinader de que solucionará el caso de las pensiones de los trabajadores cañeros.
Se trata de un problema de triste recordación, varios pasados presidentes se comprometían a solucionarlo, pero solo llegaban a pensionar algunos de los afectados con esa injusticia cometida contra trabajadores que dedicaron sus años productivos a laborar en los ingenios, de donde fueron arrojados como caña triturada por los molinos, convertidos en bagazos humanos.
Por fortuna, Jesús Núñez asumió la defensa de los braceros, sirviéndoles de vocero y canillita en todas las instancias nacionales e internacionales fuese menester denunciar el abuso contra esos sectores y de los que aún son víctimas los residentes que viven en los más de 400 bateyes del país.
Esta injusticia tiene dos vertientes: una derivada de la privatización de los ingenios, que afecta especialmente a los que laboraban en el Consejo Estatal del Azúcar, propiedad del Estado; otra de los ingenios regenteados por los grupos económicos de la industria azucarera, que nunca han concedido las prestaciones correspondientes.
Hoy Jesús y sus compañeros de infortunio, durante más de once años cobijados en la Unión Nacional de Trabajadores Cañeros, aguantando en sus espaldas hasta macanazos inmisericordes de la policía por reclamar sus prestaciones, han recuperado el optimismo y la esperanza de que al fin se les reconocerán sus derechos.
Ojalá que el presidente Abinader se ocupe personalmente de que el Estado reivindique estos trabajadores como ha prometido y vea el problema de la industria azucarera en su discurrir actual.
En el país hay 14 provincias cañeras con igual número de ingenios funcionando en la modalidad tradicional de producción de azúcar o de alcohol, sin embargo, las condiciones laborales son totalmente deplorables. Mientras en otros países, como Brasil, la tonelada de caña se paga a 815 o 680 reales, aquí los colonos la pagan a 160 pesos y los centrales azucareros a 190.
¿Se imagina usted picando una tonelada de caña por ese precio?
Hay que ser muy desalmado para no apenarse ni avergonzarse de ser un descarado explotador de los trabajadores.
En los bateyes sus habitantes tienen muchos problemas que no se resuelven porque no existe una disposición del Estado de valorizar la importancia económica de los trabajadores de la caña en la economía del país.
Las condiciones de vida de los bateyes son paupérrimas. La mayoría carece de energía eléctrica y agua potable, las calles son inservibles, no hay baños ni sanitarios, tampoco escuelas, ni centros de salud suficientes, los campos deportivos donde los jóvenes y niños jugaban pelota han desaparecido, los niños y niñas no van a la escuela porque no están declarados, entre otras calamidades.