¿Les digo algo?

¿Les digo algo?

Nexcy d’León

Es evidente que población de cambiar comportamiento caótico

El desenfreno ciudadano en el tiempo que tiene la pandemia de la Covid-19 amerita acciones que hagan reflexionar las personas y las induzcan a valorar la protección colectiva mediante campañas dirigidas a modificar la conducta irracional y violenta que se vive en el país desde hace casi un año.

Es evidente que la población debe cambiar su comportamiento caótico. Se precisa para lograrlo la creación de una campaña sistemática de concienciación ciudadana y la adopción de un currículo escolar que dote de conocimientos racionales las niñas y niños desde la primera infancia hasta la adolescencia.

Las políticas públicas, aunque sean buenas, si la población carece de capacidad para valorarlas, no tienen el efecto deseado y, por consiguiente, los esfuerzos y los recursos invertidos en ellas son fallidos.

El gobierno dedica la mayor parte de los recursos económicos a programas sociales y de ayuda a todos los sectores que intervienen en la economía y la salud, pero si no se activan los mecanismos comunicacionales para influir en la conciencia de la gente, los esfuerzos de reducir la pandemia no tendrán éxitos.

Hay instituciones que actualmente tienen campañas en el aire que no aportan nada y podrían orientarlas a algún aspecto de conducta ciudadana contribuyendo así a que la sociedad cambie su actitud y comportamiento individual y colectivo.

Las tumultuosas aglomeraciones de gente que quiere divertirse pese a las advertencias de los médicos de que pueden ser capturados por la virulenta Covid19 se deben a la falta de educación que le impide comprender que son las enfermedades y como hay que comportarse para librarse de ellas.

No existe alguien más osado que quien carece de capacidad de discernimiento. El desconocimiento, la ignorancia, la falta de formación y de educación le hace crearse ideas sin argumentos, que defienden adoptando actitudes cerradas para no admitir sus errores y disfrutar el placer que buscan con su postura: emborracharse, enamorarse, presumir, bailar hasta el cansancio, burlarse de los otros, gozar la vida.

La mayoría de las personas que participan en las bebentinas y jaleos de los fines de semana en playas, ríos, discotecas, hoteles, restaurantes etc., dicen que no les importa contagiarse o que los argumentos de los médicos y de las autoridades sobre la enfermedad son mentiras y exageraciones, sin embargo, tras darse el gusto, abarrotan los laboratorios y hospitales para confirmar su condición de salud.

Los ciudadanos que se aglomeran todos los días jugando dominó, tomando cerveza, hablando “plepla” en las calles sin mascarillas ni distanciamiento, o los fines de semana cherchando en los alrededores de sus viviendas obviando los protocolos en los colmados y demás espacios donde asisten personas, deben ser concienciados por las organizaciones comunitarias que hay en los barrios que deben advertir que su conducta ocasiona malestar a las familias y hasta la muerte.

Lo mismo ocurre con los sin conciencia de las clases alta y media que organizan fiestas y reuniones en discotecas, clubes, bares abiertos, en hoteles y villas, siendo los vectores que transportan el virus que se está llevando a la gente que se abstiene de ese inhumano e inconsciente comportamiento, permaneciendo en sus casas, observando las recomendaciones que han sido instruidas por los facultativos nacionales y organismos internacionales de la salud.

El Estado y el Gobierno dirigido por el presidente Luis Abinader, tienen la obligación de admitir la existencia de este comportamiento desordenado de una parte muy amplia de la población para afrontarlo con medidas educativas y punitivas que remplacen las conductas inapropiadas de una parte significativa de la población del país.

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