Muchas empresas ilegales operan sin ante los ojos de las autoridades
El dominicano vive en un estrés que comienza con los esfuerzos que se deben hacer para una sobrevivencia insegura, agravada con los temores de enfermarse ahora con el virus de la covid 19, de ser cancelado (si tiene suerte de tener empleo), por las alzas de los precios, las falsificaciones de los medicamentos, bebidas, leches y todo lo que se vende de comer, curarse, alimentarse o tonificarse.
Es una población que languidece viendo la mayoría del tiempo a presidentes y funcionarios dirigirla sin tener certeza de qué ella necesita y desea, sin tratarla ni conocerla, imponiéndole medidas que no surten efecto y la vida para ella continúa sin ton ni son ni esperanza.
El descontrol, la falta de supervisión y vigilancia de las actividades productivas, comerciales y sociales han originado un desorden que es aprovechado por poderes económicos que mudan subrepticiamente de la economía formal a la informal, falsificando marcas reconocidas del mercado nacional e internacional o creando otras nuevas sin las debidas autorizaciones.
Es una realidad grave. Muchas de las empresas creadas en el desorden del mercado nacional operan ante los ojos de las autoridades sin haber sido autorizadas a comercializar mercancías de gran consumo como medicamentos, rones, licores, quesos, leches y otros artículos que se venden en puestos formales e informales.
Esos fabricantes operan y se instalan de manera casi imperceptible, abren tiendas deslumbrantes y grandes edificios que a nadie se le ocurre pensar que no están debidamente constituidas y carecen de los permisos requeridos en consonancia con las leyes.
De esta manera, el consumidor ha sido expuesto a la inseguridad cuando adquiere bebidas, medicamentos o alimentos de consumo masivo como los quesos, las leches, entre otros, fabricados sin ninguna norma y que enferman y matan a quienes los consumen.
Especialmente el Ministerio de Industria y Comercio, el Ministerio de Salud y las demás instituciones encargadas de regular las operaciones de las industrias y el cumplimiento de las leyes establecidas para cada renglón de la economía, deben ocuparse en establecer la autenticidad de las industrias, laboratorios y fabricantes que hay en el mercado.
La muerte de más de setenta personas que ingirieron bebidas adulteradas en distintos lugares del país revela que los organismos encargados de supervisar las actividades industriales y comerciales mantienen una empleomanía ociosa, que no trabaja o se hace de la vista gorda frente a quienes violan las leyes.
Las violaciones a las leyes que regulan las industrias, empresas y los permisos de comercialización de productos son tan extendidas que sus impactos no sólo han repercutido en el comercio urbano, sino también en los diversos polos y enclaves turísticos en los que han penetrado, poniendo en riesgo la vida de consumidores nacionales y extranjeros.
Las autoridades tienen que enfrentar con seriedad y determinación el problema de la adulteración de bebidas, la falsificación de medicamentos, lácteos y demás productos de gran demanda y consumo. Es necesario y urgente que quienes se dedican a esas actividades sean sometidos a la justicia y castigados con todo el rigor.