“La Libertad de Expresión no vale de nada sin la Libertad de Pensamiento”.
José Luis Sampedro
Los países que han salido del atraso, de la miseria humana y moral lo hicieron cuando sus habitantes decidieron cambiar sus actitudes personales y sus conductas ciudadanas.
La decisión fue asumida colectivamente y se operó el ansiado cambio, chispa que prendió, motivando a la gente a mostrar interés en trabajar unidos en la consecución de los propósitos colectivos.
En América Latina, Cuba, Uruguay, Bolivia, Venezuela, Brasil y Ecuador, entre otros, empujan el motor del cambio y se nota.
En la reciente Cumbre efectuada en Panamá, Evo Morales hizo la comparación entre los ingresos recibidos por su país y las reservas de su Banco Central antes y después de la nacionalización del gas, las minas y otros recursos naturales que estaban en manos de compañías extranjeras.
Si los ciudadanos de los países donde se ha dado este milagro no hubieran sentido la necesidad de romper las ataduras sociopolíticas, económicas y culturales que los limitaban, ¿se habría operado el cambio?
Para transformar y transformarse es fundamental sentir la necesidad de cambiar, de desligarse de estructuras disfuncionales y de integrarse a los otros para perseguir un propósito: el bienestar común.
¿Acaso no es derecho y obligación de los países y sus ciudadanos utilizar a su mejor conveniencia los recursos que les ha dado la naturaleza?
El motor del cambio personal y social es la certeza de los beneficios que reporta vivir en una sociedad de propósitos claros, esperanzadora; donde el capital primordial sea el trabajo de cada uno de sus habitantes.
Los dominicanos anhelamos el cambio: ¿Qué hacemos para acabar con los paradigmas imperantes en nuestro medio y que nos han llevado a la pobreza, el caos y el desastre?
Para operar el milagro debemos comenzar por nuestra propia persona entendiendo el valor de gestionarse la felicidad y la satisfacción de las necesidades y el respeto de la dignidad humana.
Actuar para el cambio es admitir que tenemos que romper con los valores negativos aprendidos e impuestos porque para transformar la sociedad debe producirse una profunda constricción.
Se sabe que unas 15 familias ostentan la mayor cantidad de las riquezas del país. No es pecado pensar que, como en casi toda acumulación originaria, las obtuvieronmediante tráfico de influencia con los gobernantes de turno, por malas artes, engaños y despojos inhumanos contra ciudadanos indefensos o bajo el amparo de fuerzas foráneas a las que sirvieron.
El cambio dominicano requiere un “Mea Culpa” y corresponde dar el primer paso a esos sectores para que,a través del ese arrepentimiento,construyamos la paz y justicia social tan anhelada.