¿Les digo Algo?

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Nexcy d’León

El inigualable Johnny Ventura era un ser simple y sin complicaciones

El fallecimiento del maestro Johnny Ventura ha revelado su liderazgo y popularidad no solo entre sus compatriotas, los merengueros y la música en general, sino en el mundo. En todos los continentes y en innumerables idiomas se ha anunciado con pesar su deceso resaltando sus cualidades histriónicas, su bonhomía y su patriotismo.

El Caballo Mayor, mote que le fue dado por sus aportes al desarrollo del merengue y larga trayectoria, era apasionado del estudio. Sus ansias por el saber lo hicieron buscador de nuevos conocimientos: después de cumplir 60 años se matriculó en la Universidad de la Tercera edad donde se tituló en Derecho.

Este inigualable artista era un ser simple y sin complicaciones. Pese a haber nacido y ser criado en extrema precariedad por su madre, las limitaciones vividas en la infancia y niñez le sirvieron de referentes para labrarse un buen porvenir desarrollando sus talentos, su gracia y sana sensualidad del dominicano masculino que, junto al ritmo cadencioso de su merengue, incrementaban su empatía donde quiera se presentaba.

Hace unos meses el maestro Ventura nos dijo que en Cuba había recibido la mayor muestra de admiración por su trabajo: “pasé ocho días llorando de agradecimiento al ver la valoración de mi trabajo que tiene el pueblo cubano”.

Johnny, además de haber sido un hombre sabio, conocía el alma humana, lo que le permitía tratar a sus afectos con las palabras precisas que necesitaban y les servían de aliciente para salir de alguna situación, si era el caso, transmitiéndoles su amor y animándolos a seguir adelante; en ocasiones no se limitaba a eso, cuando era necesario asumía apoyar con recursos a sus amigos.

Mientras más cercanos eran sus amigos mayores las deferencias con que los trataba, como sucedía con Joseíto Mateo, Rafael Corporán de los Santos, Víctor Martínez, Yaqui Núñez del Risco, Tito Campusano, José Francisco Peña Gómez, Silvio Herasme Peña, Hugo Tolentino con quienes le unió una sólida amistad y compartió sueños de liberación para la patria.

Este inmenso artista desconocía, igual que el extinto líder político José Francisco Peña Gómez, el gran liderazgo que tenía en la población dominicana, que no solo bailaba y consumía su música, sino que le veía y lo sentía como su propia representación.

Tras el derrocamiento de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina, Peña Gómez, Rafael Corporán de los Santos y Johnny Ventura simbolizaron al negro dominicano triunfador, inteligente y luchador, capaz de superar las limitaciones de la sociedad que dificultaban a los pobres y los negros integrarse en ella, concediéndole las oportunidades que les permitieran superar la pobreza y el aislamiento.

La incursión de Johnny y sus amigos del “Club de los Monos” en el espectáculo, la comunicación y la política amplió las oportunidades de empleos a músicos, locutores, periodistas y cantantes, permitiendo que los talentos de los grupos marginados y negros mostraran sus capacidades y se ampliara la base social para esos sectores.

Juan de Dios (Johnny) Ventura Soriano legó con su arte a la República Dominicana un merengue grandioso y la difusión de su cultura en las demás naciones del globo donde estuvo durante su larga y exitosa carrera y con su conducta y compromiso social se constituye en ejemplo para todo artista que quiera trascender más allá de los escenarios.

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