¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

La libertad de Expresión no vale nada sin la libertad de Pensamiento.
José Luis Sampedro.

A ciencia cierta no se sabe si este año el dengue se ha llevado 20 o 100 dominicanos entre niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos, ni tampoco cuántos enfermos pueden estar ingiriendo medicamentos falsos, un delito mayor que cae en la tipificación de crimen de lesa humanidad.

¿Dónde está la responsabilidad con que tienen que actuar los funcionarios, delegados del Presidente, elegido por el pueblo para garantizar la correcta y eficiente administración de los estamentos del Estado y su efectividad?

Las buenas acciones de los funcionarios que honran el compromiso asumido frente al pueblo de trabajar en pro de la colectividad, son sepultadas por las irresponsabilidades con que otros muchos se desempeñan en sus puestos: no trabajan, no supervisan, no reciben a los ciudadanos, no hacen caso a las sugerencias ni a las recomendaciones de los expertos y técnicos, solo se dedican a extraer el máximo de lo que pueden obtener con el poder que les da ser parte del Gobierno.

A esto se debe que “aquí no falte nunca un boquete por un decosío”.

Muchas personas recordarán que en determinadas épocas relacionadas con las estaciones, por todo el país, salían unos vehículos de barrigas grandes lanzando un humo por todas las calles de las ciudades y sus barrios.

Cuando esos camiones salían, las madres y padres de familia se alegraban y hasta sentían alivio porque se les iba el temor de que sus hijos (as) se enfermaran y les explicaban que esos aparatos eran mandados por “la sanidad para matar las moscas y los mosquitos para que nadie enfermera”. La supuesta modernidad llegada a la República Dominicana se llevó los métodos tradicionales que se empleaban para controlar las plagas, los mosquitos y todos aquellos animales que, aunque tienen sus funciones en la ecología, su relación con el humano amerita cuidado y manejo correcto.

No solo se perdieron esos métodos, también las madres y las amas de casa “se modernizaron” y sacaron de sus habitaciones y cuartos los mosquiteros, las ventanas forradas con tela metálica y las dobles puertas, que mantenían a los miembros de la familia protegidos de las plagas.

Tal parecía que con la modernidad ese tipo de cuidado no tenía sentido y cuando casi nadie se acordaba de esas usanzas, vuelve la necesidad de recurrir a los viejos métodos, desplazados por los adelantos en el control de los vectores que ocasionan las enfermedades que aceleradamente se llevan a niños, niñas o adultos de todas las clases sociales, fundamentalmente los más pobres.

A esta carencia se añade la falla más criminal: la falsificación de las medicinas y medicamentos que se usan en el país para combatir el dengue, el cólera, la malaria, la tuberculosis y todas las demás enfermedades que puede afectar a las personas.

¿Qué pasa que las autoridades no controlan los desafueros de personas inescrupulosas cuya práctica de adulterar las medicinas están matando a dominicanos y dominicanas sin sentir ningún remordimiento?

Hay actores en el sistema de salud que en vez de sentirse responsables de prevenir la enfermedad y sanar al enfermo lo consideran el banco de donde sacar el dinero para enriquecerse. Sin embargo, las causas de tantas falencias en el abordaje de las enfermedades no se debe únicamente a la codicia, sino al caos imperante en el sector salud.

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