La libertad de Expresión no vale nada sin la libertad de Pensamiento.
José Luis Sampedro.
La sociedad dominicana vive al margen de su propia realidad. Mientras millones carecen de un empleo, dos o tres se apropian de los recursos de todos(as) que deberían ser fuentes de trabajo e insumos para la dinamización de la economía y el desarrollo del país o se ignoran y dilapidan de manera absurda.
Aquí la pesca no es rentable para los pescadores, como ocurre con los campesinos que trabajan la tierra, por falta de una política pesquera adecuada. Prevalidos de poder o ignorando las regulaciones, existen extranjeros y dominicanos que se benefician de esas carencias sin que les importe que la gente que vive de esa actividad carezca de lo indispensable.
Esos “empresarios” sacan de nuestros mares y ríos los peces más preciados en los mercados internacionales, especialmente para consumo del turismo de los países del sudeste asiático gracias al sistema de permisos preferenciales.
La pesca y captura de la anguila es un negocio de enriquecimiento fácil. En el país y los países del área del Caribe, hay quienes consideran que su comercialización, por su alta rentabilidad, es un negocio equiparable al de las drogas.
Los consumidores que gustan de esta clase de pescado pueden pagar por un plato sumas muy elevadas en Japón, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong, Estados Unidos y Europa. Estos precios despiertan la ambición de los que persiguen conseguir dinero fácil y a toda costa.
Para entender el entramado de corrupción generado alrededor de la pesca de la anguila se debe saber que el aprovechamiento de esta especie migratoria, cuya captura requiere de permisos y está sometida a vedas y controles, es un negocio de sectores con influencia política y poder económico que pueden desviar la mirada de las autoridades.
Anguila rostrata, viene desde y hacia el Este americano, Cuba, Haití y Puerto Rico y La Hispaniola. Se producen en zonas templadas, fundamentalmente en el Mar de los Sargazos donde se aparean y desovan. Emigran por dos rutas, si ellas no estuvieran en estas zonas, los mosquitos no podrían ser controlados, ellas hacen de control de esos vectores.
La vulnerabilidad a que están expuestos los recursos públicos facilita a funcionarios y empleados, especialmente si pertenecen al gobierno por partidarismos, sentirse autorizados a abrogarse un bien colectivo en propiedad o se ingenian formas de sacarle beneficio amparándose en su condición.
En el país más pobre que se conozca, la experiencia indica lo fácil que es para quien se lo proponga, pasar rápidamente de ser un “arrancao” a potentado utilizando el poder o el tráfico de influencia.
Este tipo de gente sabe que en la sociedad del mercado todo se vende y que se hace buen negocio comprando la conciencia de las autoridades de los países institucionalmente débiles para obtener sus fines.
En la economía nacional la pesca es considerada uno de los renglones productivos sumidos en una eterna crisis, agravada actualmente con la avalancha de extranjeros y criollos que han descubierto lo fácil que es meterse en ese negocio amparados en el tráfico de influencia y la falta de controles.
Es responsabilidad ineludible del Estado dominicano actuar antes de que pierda el control de este negocio y establecer una política pesquera que fomente su industrialización y frene la comercialización irregular del pescado y la ruina de quienes se dedican a ella.