Una mujer auténtica, segura de sí y de sus responsabilidades humanas y sociales, cuando se va continúa gravitando en la dimensión de donde sale en los pensamientos y los recuerdos de quienes trajo al mundo, guio y educó, en los corazones de los amigos y las personas que tocó con una tierna mirada o prodigándoles un bien.
Doña Rosa Gómez aquilató por sí misma la valoración que el pueblo dominicano le otorgó observando su hacer ciudadano y en sus roles de esposa, madre, administradora del hogar, directora de obras comunitarias, de mujer comedida y mente abierta, auténtica y sin ambages.
El periodismo permite a quienes lo ejercen conocer y tratar con personas disímiles de todas las extracciones sociales, económicas y políticas. De cada una se aprende a decantarlas por sus acciones y actuaciones cuando afrontan situaciones sencillas o difíciles que revelan su verdadera esencia.
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Los periodistas que conocieron a doña Rosa coinciden en que era una auténtica mujer dominicana: sabia, osada y cauta a la vez, fuerte y sensible en el instante de decidir su destino y el de quienes dependían de ella.
Eterno descanso a su alma noble. A su esposo y a sus hijos que la tuvieron como centro de sus vidas: conformidad y templanza.