La saña, la mentira y el espíritu de pandilla forman parte de la esencia de la Policía Nacional como lo evidencian la masacre de que fueron objeto David de los Santos, el barbero de Santiago y las golpizas propinadas a presos y detenidos en variadas circunstancias por agentes del “Cuerpo de Orden”. Los asesinatos y las torturas policiales, los crímenes de mujeres, los atracos y la violencia ciudadana tienen sumida la sociedad en el terror. El miedo y la desconfianza hacen que la gente reaccione a la defensiva tanto en situaciones inofensivas como peligrosas, espantándose hasta de su sombra.
¿Hay explicación a que diariamente un ciudadano muera o sea maltratado inmisericordemente en el tránsito, insultado, embestido o perseguido por algún agente de los llamados agentes del orden? ¿Cuáles son las causas del comportamiento de esos ciudadanos que deberían tener una conducta ejemplar frente a la ciudadanía que tienen la misión de proteger? Los casos que cobran notoriedad son infinitamente menos que los que ocurren. Si se hiciera una investigación profunda y seria podríamos encontrar un patrón repetido donde la jerarquía policial encubre los excesos y abusos de sus miembros inventando mentiras.
En el país están ocurriendo acciones cruentas tan deplorables y degradantes que hacen pensar que son situaciones creadas con fines aviesos. Es enorme el esfuerzo que deben realizar las autoridades que se comprometieron a desarrollar el país. Tomar las medidas para enderezar el camino de la Policía Nacional requiere firmeza y claridad.