¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

La libertad de Expresión no vale nada sin la libertad de Pensamiento.
José Luis Sampedro.

En la sociedad dominicana hay muchas personas serias, capaces y responsables que pueden desempeñar cualquier función en la administración pública de manera decorosa, solo que esas personas no las ven los políticos sucesores de la pasada generación donde los hombres y las mujeres le conferían valor a su palabra.

Y es que al aspirar a la presidencia de una nación careciendo de espíritu altruista inclinado al bienestar colectivo, al progreso económico, social y cultural de la gente, se opta por obviar todo tipo de valores y se usa el poder para imponer la voluntad.

Los políticos que sucedieron los antiguos liderazgos, a pesar de haber estudiado en universidades nacionales y extranjeras prestigiosas y hasta haberse graduado con honores, actúan peor que los que les precedieron y que ni siquiera fueron a una escuela ni estudiaron ciencias políticas.

Con frecuencia inusitada la sociedad se estremece con denuncias insólitas de corrupción, crímenes, robos, prevaricación, mal uso de los recursos del erario, de componendas aviesas entre funcionarios y ejecutivos privados que obvian las leyes y los procedimientos éticos, dañando la imagen del país y socavando sus pilares institucionales.

El sistema judicial es afectado con un nuevo escándalo que ha tocado figuras cimeras de ese poder del Estado y el temor de que el proceso de institucionalización y decencia que se estaba operando se estanque y vuelva al estado anterior de desorden e injusticias.

Los tropezones hacen levantar los pies: para el buen funcionamiento del país y sus instituciones si los políticos no dan la talla desempeñando éticamente las funciones encomendadas, deben ser sustituidos por otros hombres y mujeres probos, que garanticen a la sociedad la paz y la tranquilidad que necesita.

¿Dónde está el mal que ha generado una clase tan alejada de los principios éticos, los valores humanos y la justicia?

Esta especie política nueva se cierne como una plaga voraz y perversa sobre la sociedad y es responsable de que este país haya retrocedido en sus valores, principios y prácticas éticas.

Hace apenas unos años, los que surgían en los partidos pedían a los políticos mayores que se retiraran de la escena para que ellos, que se autodefinían el cambio necesario para para renovar el país, pudieran asumir la modernización del Estado y la sociedad.

¿De cuál modernidad? ¿Haber aprendido a dilapidar los recursos del pueblo para recoger por trasmano los beneficios de los negocios amparados en leyes y reglamentos que se evaden impunemente?
La “modernidad” ha establecido nuevos parámetros en el ejercicio político, cuanto más burdo y ruin se actúa, más ascenso social logran los que con sus actuaciones indecorosas se burlan de las leyes, del honor y el decoro.

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