El aumento de los asesinatos, suicidios, atracos y enfrentamientos violentos en todas las regiones del país debe mover a las autoridades a estudiar la situación profundamente, establecer sus causas y aplicar las correcciones que reduzcan estas espeluznantes estadísticas.

Llaman la atención, sobre todo, los crímenes contra mujeres y sus familiares que revelan un mal de fondo que afecta a la sociedad dominicana.

A simple vista la gente atribuye a la falta de empleos, a la insatisfacción de las necesidades básicas de salud, de alimentación, educación y de oportunidades las atrocidades que a diario ocurren en el país afectando a las familias y personas que pierden la vida en crímenes cometidos sin mostrar algún sentimiento de culpa o arrepentimiento por parte de sus autores.

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Es innegable que esos factores pueden influir en el comportamiento humano y hacer vulnerables a las personas, predisponiéndolas a reaccionar de modo violento e inesperado en situaciones críticas, pero para llegar a esas reacciones se requieren condiciones que deben ser estudiadas a profundidad para poder conjurar este mal.

Es evidente que las políticas públicas para prevenir la violencia son insuficientes e ineficaces. Las autoridades están obligadas a dedicar más atención y recursos a este grave problema. No bastan las lamentaciones ni los anuncios grandilocuentes.

La sociedad dominicana debe ser protegida de sus propios traumas y debilidades para evitar los frecuentes titulares sobre la muerte violenta de ciudadanos y ciudadanas que forman parte de la gran tragedia que sufrimos cada día.