A la incompetencia de los sucesivos gobiernos y a la ignorancia ciudadana se deben la mayoría de los estragos sociales que se producen cada vez que los huracanes formados en el Atlántico penetran al territorio dominicano.

Los huracanes son fenómenos naturales inherentes a las condiciones geográficas y las fluctuaciones de corrientes de aire que redistribuyen el calor acumulado en determinadas zonas de los océanos y continentes del planeta.

Cada año en la misma época se generan las condiciones climáticas que originan los ciclones: tormentas, huracanes, trombas y tornados, pero aunque estas ocurren desde épocas inmemoriales, los habitantes de nuestro país y de los demás países del Caribe y las Américas actúan como si esos fenómenos ocurrieran por primera vez y no supieran cómo comportarse para no ser afectados por las fuertes lluvias y vientos, los altos oleajes, la caída de árboles, deslizamientos de tierra y desbordamientos de ríos y cañadas.

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A excepción de la Revolución cubana, en el resto de las Antillas, América del Norte y América del Sur, los gobiernos no se han interesado jamás en enseñar e incorporar a su población en la respuesta social ante estos fenómenos ni mucho menos se han ocupado en trazar políticas públicas dirigidas a activar todos los estamentos gubernamentales para salvaguardar la vida y la producción alimentaria.

Un fenómeno natural que se convierte en catástrofe social y económica es evidencia de falta de ordenamiento, planificación, educación ciudadana y respeto a las leyes del Estado y de la naturaleza.
“¡Para dormir en paz bajo la tormenta hay que afanar en buen tiempo!”