¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

La libertad de Expresión no vale nada sin la libertad de Pensamiento.
José Luis Sampedro.

El periodismo es uno de los oficios más complicados y difíciles de ejercer, sobre todo, porque trata de revelar la verdad de hechos y situaciones en los que el protagonista es el ser humano y por ende se tocan intereses personales, políticos y sociales.

Siendo las personas y la sociedad misma los principales sujetos y objetos sobre los que actúa el periodista, su trabajo genera reacciones diversas en los implicados en los hechos y circunstancias que se exponen. Dependiendo a quién o quienes toque lo revelado o su opinión, se le califica de amigo, enemigo, peligroso o inofensivo.

La esencia de este oficio radica en “decir lo que está mal para que se corrija”: máxima repetida por el insigne maestro Rafael Núñez Grassals a sus alumnos y amigos cuando habla de la responsabilidad que asumen quienes escogen el periodismo como carrera.

Marino Zapete, seguidor de la escuela de Núñez Grassals, es ejemplo de verticalidad, ética y reciedumbre en el ejercicio de la profesión. En múltiples ocasiones ha expuesto su pellejo denunciando situaciones dañinas para el país y el pueblo dominicano, especialmente cuando se han conculcado derechos o se atenta contra el bien común.

Decir lo que está mal para que sea corregido es una misión difícil en un país donde la mayoría de los que tienen un mínimo de poder entienden que sus intereses y deseos están por encima del derecho de aquellos a quienes deben servir. Cuando se ven evidenciados, desenmascarados o cuestionados, reaccionan imponiendo el poder que ostentan, para acallar la disidencia.

La historia del periodismo dominicano registra suficientes ejemplos de esta conducta: desde la era de Trujillo siguiendo con el triunvirato, los Doce Años y los sucesivos gobiernos de Joaquín Balaguer, de Jorge Blanco, Hipólito Mejía, Leonel Fernández y en el actual de Danilo Medina, se continúa la práctica de tipificar a los periodistas como amigos o desafectos.

En esos gobiernos, dueños de medios en los que laboraban periodistas que ejercían con responsabilidad su oficio los cancelaban, bajo el argumento de que los programas que dirigían o en los que eran cabezas o anclas no vendían o estaban en quiebra. Evidencia la falsedad de ese argumento, que como ahora también se alega para sacar a Marino y al Equipo de Huchi, los espacios no desaparecen sino que los convierten en producciones anodinas sustentadas en la profusión de publicidad estatal a cambio de acallar las voces duras o enemigas de los gobiernos.

El periodismo es una vocación y como toda vocación, en sus genuinos ejercitantes, les brota del alma, inspirados en el sentimiento de contribuir a la justicia, a la verdad y a la paz: tres valores en los que se fundamenta la convivencia humana promisoria. Esta convicción induce a quienes sienten esa vocación de servicio a la humanidad, a decir las cosas como son, exponiendo hasta la propia vida.

Decir lo que está mal para que se corrija no es simpático ni todos los que se dedican al oficio lo profesan como principio. Hacerlo implica el rechazo de los poderosos: los que tienen poder económico y los que ostentan poder político. La coherencia ética incluso expone a perder la vida, ejemplos esta sociedad tiene de sobra.

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