El temblor de tierra de 5.3 de intensidad en la escala Richter llenó de pánico a niños y niñas residentes en rascacielos, edificios y casas donde viven con sus padres y familiares quienes durante la ocurrencia del fenómeno no sabían cómo calmar la desesperación de sus hijos.
En el momento que tembló la tierra los niños se alistaban para la escuela, otros iban camino a ellas o habían llegado, pero esperaban la hora de inicio de las clases, la sacudida se registró a las 7:11 a.m. y aún no se estaba en clase.
Dicen madres y padres que el estremecimiento de las casas, el ruido de las ventanas y las puertas de vidrio de los edificios impregnó el ambiente de un aura terrorífica que contribuyó a desesperar a sus hijos, incluso, algunos hasta se desmayaron. Hubo niños que corrieron hacia sus padres gritando y llorando angustiosamente: ¡nos vamos a morir, vamos a morir!
Preocupa que en el país hay muchas escuelas vulnerables de acuerdo a los especialistas y se nota que es así, ya que esta vez 29 centros educativos se agrietaron en distintas provincias. Ha sido una suerte que los temblores de tierra no se han producido en horas de clase.
Las escuelas deben ser el sitio más seguro ante terremotos, huracanes, inundaciones y cualquier fenómeno natural con potencial de generar desastres. Ojalá que las autoridades tomen las previsiones para evitar que, al cumplirse las premoniciones, una catástrofe convierta a niños y niñas en los mayores damnificados.