Cada día se anuncia que dirigentes políticos renuncian a sus partidos y se adscriben de inmediato en otros a los que adversaron. En ningún caso se dan explicaciones sobre las razones que motivan dichos cambios.
¿Cambió la visión estratégica o las propuestas programáticas en la organización que se abandona o en la que se entra? ¿Una revisión profunda sobre los valores y principios éticos de las entidades o de los migrantes entre ellas? ¿Cuál reflexión teórica sustenta estas mutaciones tan profundas y significativas? ¿Cuándo y cómo se inició el proceso de meditación que condujo a abjurar de la militancia anterior y asumir las nuevas identidades y empatías?
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Es imposible imaginar con cuál discurso pueden los tránsfugas convencer a la ciudadanía, motivar a militantes y adeptos y tranquilizar sus propias conciencias. Definitivamente, la forma en que se ejerce la política en el país contribuye al creciente desprestigio del sistema de partidos y de sus dirigentes.
La desorientación y el ludismo vacío de una parte significativa de nuestros jóvenes urbanos, manifiesto en sus expresiones artísticas, están fuertemente relacionados con el descaro y la falta de valores.