Las sesiones finales de las cámaras legislativas fueron un espectáculo insuperable de sátira política. Para la mayoría de los congresistas fue su despedida y, evidenciando el apego que tenían a sus curules, abundaron las lágrimas, los discursos sentimentaloides y cursis y, como siempre, el inmenso vacío de ideas, desconocimiento de sus funciones y la falta de propuestas. El Congreso Nacional es constituido por 222 legisladores: 32 senadores y 190 diputados, pero no más de 10-15 se han destacado por la forma en que han ejercido sus funciones, el contenido de sus intervenciones y/o la pertinencia de sus proyectos. Plagado de sectores interesados y plegado a intereses particulares, con muy honrosas excepciones, la intrascendencia y la vacuidad fueron la característica dominante en ambos hemiciclos, mostrando lentitud, ineficiencia, irresponsabilidad y, en algunos casos, conductas reñidas con la ley y la ética. Importantísimos proyectos de leyes quedaron para futuras legislaturas, en muchas de las leyes aprobadas un “duende mágico” introdujo modificaciones de “ultima hora” que pervirtieron iniciativas pertinentes y urgentes. El Barrilito, las exoneraciones de vehículos y los privilegios aprobados para sí mismos contravienen las funciones legislativas y coliden con la naturaleza ética de estos instrumentos centrales de la democracia, del estado de derechos y la igualdad consignados por la Constitución.
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Aspiramos a que el próximo congreso supere estos males: eliminando el Barrilito; leyendo y estudiando realmente los proyectos; asumiendo la representación real de sus comunidades y del país; teniendo criterios y cabeza propios; legislando en función del bien común y no de intereses particulares y, sobre todo, con un respeto absoluto a la Constitución, las leyes y las normas éticas de la sociedad.