El pasado miércoles salió de esta existencia el combatiente revolucionario de la Revolución de abril de 1965 Edmundo García Cesaní, asiduo lector de esta columna, quien nos privilegiaba con su lectura y consideraciones sobre los temas a los que nos referíamos semanalmente.
Edmundo, entrañable amigo, era un dominicano consagrado a cultivar su intelecto y el de las personas que tenían la fortuna de tratarlo o simplemente conocerlo en un intercambio de los que se dan entre la gente que coincide en algún lugar. Su respeto a las personas le abría el acceso a conocidos y desconocidos a quienes les aportaba algo útil en un simple contacto.
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Bajito de estatura, pero un gigante en inteligencia, sabiduría, capacidad analítica, discreción y valentía. Era primero en responsabilidad, en puntualidad, en decir verdades, en valentía y arrojo cuando la vida se lo exigía. Fue un militante de sus convicciones e ideas siempre dispuesto al compromiso y la entrega.
Educador y formador en las aulas y en la vida, fue guía, mentor y ejemplo para muchos y en muy diversos planos: entrenador y dirigente de la Federación Dominicana de Voleibol, profesor universitario, promotor ambiental, comisario político, padre y abuelo ejemplar a quien “nada humano le fue ajeno”.
En su despedida no hubo tristeza, solo paz, recuerdos gratos, anécdotas sobre su enorme humanidad. Edmundo, un dominicano solidario entregado a la lucha por la libertad, el bienestar del pueblo, la calidad del ambiente, la seguridad y protección social, la educación y la justicia para todos.
¡Descansa en paz querido amigo-hermano!