La pava ya no pone donde ponía” dice un refrán popular. El pueblo siempre se opuso a “los paquetazos” de reformas económicas y sociales aplicadas por los gobiernos con la asesoría del Fondo Monetario y la banca Internacional en las décadas de los años 80, 90, 2000 y 2010; medidas generalmente lesivas al presupuesto familiar, por lo general asociadas a mordazas a la libre expresión y la libertad de prensa, restricciones a la libertad de organización y manifestación públicas.
La reacción popular ante la propuesta de reforma fiscal valida ese refrán: “Cacerolazos” y protestas convocadas por organizaciones, grupos y todo aquel que tiene un nicho en las redes sociales evidencian una ciudadanía dispuesta a defender sus derechos y a exigir ser consultada y tomada en consideración.
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En la República Dominicana la mayoría de la gente vive pasando hambre y todas las penurias inimaginables. Los pobres y la clase media se especializan en interpretar las decisiones y las ideas de los sectores gobernantes; son expertos que se juntan a socializar entre ellos los efectos que tendrán en sus vidas las medidas económicas, las leyes votadas por el Congreso, los vaivenes del mercado internacional y su impacto en el país.
Esa condición particularísima, producto de la madurez política del pueblo, hace difícil que los presidentes impongan propuestas como la planteada actualmente por el presidente Luis Abinader, de quien no se duda que lo animen buenas intenciones, pero que parece haber olvidado que en la República Dominicana “la pava ya no pone donde ponía.”