La imagen de la mujer no cambiará positivamente hasta tanto no se inviertan en el presupuesto de las naciones recursos para una vasta campaña dirigida a cambiar los patrones culturales del patriarcado que la ubican como ser carente de autonomía dependiente del varón, complaciente y obediente a sus órdenes en la sociedad. Las mujeres dominicanas pasaron siglos propugnando para que fueran consideradas seres humanos con capacidades intelectuales y sentimientos iguales a los hombres, a quienes el patriarcado les perpetúa primacía, con reglas establecidas en la relación de la pareja en todos los órdenes de la vida que se convirtieron en patrones culturales que han permanecido anacrónicamente haciendo su vida dificultosa e injusta. Las mujeres en el mundo rechazan las estipulaciones patriarcales que las relegan y estigmatizan y las exponen a múltiples formas de violencia: física, sexual, emocional, laboral, política y social. Es una lucha ardua y difícil porque la violencia de género se auxilia de las nuevas tecnologías y cuenta con un aparato que reproduce, valida y difunde como natural y necesaria la desigualdad y todas sus implicaciones. La fecha histórica que se conmemora universalmente desde hace 49 años cada 25 de noviembre recupera en la conciencia de las mujeres de todos los países la fecha en que la violencia trujillista ocasionó las muertes de las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa y de Rufino de la Cruz, chofer que las llevó a visitar en la cárcel sus familiares presos.
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Superar la violencia de género y todas las formas de violencia social y política es una tarea vigente, necesaria y urgente.