¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

La libertad de Expresión no vale nada sin la libertad de Pensamiento.
José Luis Sampedro.
El pueblo dominicano ha asistido a once elecciones desde el 1966, iniciando un nuevo proceso político tras el derrocamiento de la dictadura trujillista pretendiendo recuperar su autonomía para decidir su destino.
La Revolución de Abril, génesis del Estado Democrático y de Derecho, definido en la Constitución actual, fue el acto con el cual la población dominicana quiso dejar constancia de su disposición de luchar para hacer cumplir sus deseos de libertad y el respeto a sus decisiones.
Sin embargo, la conciencia cívica de los dominicanos parece rezagada en relación al ritmo de las nuevas estipulaciones y estructuras políticas que fundamentan el Estado de derecho donde viven.
Quizás los limitados conocimientos que posee el dominicano de sus derechos humanos, políticos y ambientales; del poder y significado de su voto, como ejercicio en función de concretar y de preservar sus valores, su vida y sus aspiraciones de bienestar social colectivo, no le permiten votar conscientemente ni asumir ese acto con la seriedad debida.
La incapacidad para el voto consciente es una condición inducida, trabajada y promovida por el sistema de partidos, capaz de mantener a una sociedad estancada políticamente en prácticas antidemocráticas de las estructuras y mandos de quienes ostentan o buscan el poder.
La democracia formal, existente como método de acceso al control del poder político en gran parte de los países del mundo, contiene normas y leyes no escritas que limitan el desarrollo pleno de las ideas, instrumentalizan a los sectores sociales marginados y depauperados y dan preeminencia a quienes disponen de recursos económicos y logísticos generando, de hecho, privilegios y asimetrías antidemocráticas.
Las estructuras políticas vigentes no permiten competir en igualdad de condiciones en los procesos eleccionarios a las organizaciones pequeñas y no convencionales produciéndose un círculo vicioso en el que fluyen, entronizados, los estamentos políticos al servicio del poder económico.
Los fraudes electorales organizados por Trujillo y Joaquín Balaguer para mantenerse gobernando el país con el beneplácito, la asesoría y el auspicio de los norteamericanos, indujeron a muchos líderes políticos a perder la confianza en las elecciones. Se acuñó la expresión “Matadero Electoral” para caracterizar aquellos procesos viciados.
Las luchas y protestas para que en el país las elecciones fueran libres y diáfanas tuvieron efecto y han contribuido a disipar muchas de las aprensiones sobre esos procesos.
En la democracia en construcción que gesta este país con los grupos organizados, los partidos políticos y la población, muchos líderes y activistas han vuelto a creer en el voto como medio de hacer efectivos los cambios demandados en el país y el ejercicio de la soberanía popular.
En los últimos torneos se ha visto a organizaciones emergentes hacer denodados esfuerzos para enrolarse en esas dinámicas, abriéndose espacios de participación en condiciones muy adversas y difíciles para reunir los votos necesarios que le permitan dirigir el país.
¿Qué pretenden los partidos y sus candidatos en estas elecciones?
¿Legitimar sus inconsecuencias en las posiciones a que se postulan o repostulan?
¿Continuar el clientelismo y la deshumanización nacional?
¿Terminarán la demagogia, la simulación, la mentira, el contubernio con quienes financian, los compromisos con los poderes fácticos?
El pueblo, víctima doliente de las imposiciones del poder, deberá decidir por qué vota, por quién vota, para qué vota.
¡Cuidado, el agua que corre en las campañas de hoy puede ser la sed de mañana!

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