¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

La libertad de Expresión no vale nada sin la libertad de Pensamiento.
José Luis Sampedro.
El 10 de mayo de 1998 salió definitivamente del espacio político una de las personas más admiradas del pueblo dominicano y más influyente a nivel internacional, José Francisco Peña Gómez.
Decía de sí ser “un negrito come coco” nacido y criado en medio de vicisitudes y rechazos que curtieron su piel negra de las asperezas para que la falta de piedad no le tallara un corazón incapaz de amar.
Dieciocho años sin escuchar la voz vibrante y ver la imponente figura de Peña Gómez, es aflictivo para los tantos seguidores y amigos del hombre que, siendo un niño, descubrió en la escuela el medio de donde aferrarse para no sucumbir al naufragio familiar.
En más de una ocasión contó anécdotas vividas en su primera infancia en Mao, de la separación de su familia, las vicisitudes de su orfandad y de la suerte de haber sido amparado por una familia que le extendió la mano.
Conociendo la vida de José Francisco Peña Gómez hay que pensar que era una persona noble, dotada de cualidades que le permitieron sortear las dificultades que se le presentaron con su mejor talante.
Cursó la primaria y el bachillerato a base de sacrificios. Aprendió inglés solo y lo perfeccionó leyendo una Biblia escrita en ese idioma. Antes de los dieciocho años logró ser admitido maestro sustituto de una escuela primaria en San Cristóbal, donde empezó a manifestar su vocación política.
Simón Espinosa, alumno y amigo de Peña Gómez, recuerda haberlo conocido cuando estaba cursando el cuarto de primaria, cuando él fue a sustituir a la maestra titular. A todos les sorprendió que era muy joven, su voz clara y su correcta dicción, lo mucho que sabía y lo bien que declamaba poemas. Fue en esa escuela donde empezó el calvario político de José Francisco: la gobernadora de entonces, que confrontaba problemas con otros provincianos influyentes, tuvo que organizar un recibimiento al tirano Rafael L. Trujillo y no tenía un intelectual para el discurso del acto que indudablemente debía ser laudatorio al sátrapa.
Alguien le sugirió a la gobernadora que en vista de que no había nadie y José Francisco se destacaba como un maestro elocuente e intelectual, que lo encargara de pronunciar el discurso. Estando en clase, un estudiante de un curso superior le dijo que lo andaban buscando para ese papel, noticia que le causó extrañeza.
Cuenta Simón que Peña Gómez pidió excusas a la clase y se fue al campo para no tener que asistir al acto en honor a Trujillo, actitud que motivó que lo persiguieran por un buen tiempo y que lo destituyeran.
Peña Gómez se convirtió en un político muy activo en el plano nacional e internacional. Sus discursos estremecían las masas dominicanas, llegando a ser él y el profesor Juan Bosch los líderes liberales más queridos e influyentes en la población.
Participó en todos los eventos políticos importantes ocurridos en el país. No solo hizo oposición a Trujillo, sino también a Joaquín Balaguer, quien esgrimió en su contra su ascendencia haitiana para inhabilitarlo políticamente.
El doctor José Francisco Peña Gómez no saldrá del pensamiento dominicano. Generación tras generación, será recordado por el amor profundo a su pueblo y su disposición a entregar la vida por el bienestar y la felicidad de todos.

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