¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

La libertad de Expresión no vale nada sin la libertad de Pensamiento.
José Luis Sampedro.
El mundo se encuentra desconcertado por el resurgimiento de una ola de prejuicios e intolerancia que podría echar por tierra los esfuerzos para el entendimiento entre las personas y los pueblos a la luz de los acuerdos concertados por hombres y mujeres de buena voluntad con miras a la paz mundial después de la primera y segunda guerra mundial y la subsecuente derrota del colonialismo y el racismo.
Los convenios establecidos en la comunidad mundial pretendían morigerar las tensiones entre los grandes bloques y aquellos auspiciados por las naciones donde las luchas por el territorio, las riquezas y bienes naturales, entre otros, dificultan la vida de los habitantes o los exponen a riesgos se muestran insuficientes ante los nuevos odios incubados por la xenofobia, el fanatismo religioso, la homofobia y el sectarismo. Muchos de los tratados internacionales vigentes han sido promovidos por organismos de convergencia de los estados y son reconocidos por la humanidad como medios facilitadores de la convivencia en orden y de respeto de los derechos de los habitantes de la tierra sin importar la procedencia, creencias, extracción social o género.
El caos generado por la mala distribución de las riquezas, el recrudecimiento de las injusticias y las desigualdades sociales e ideológicas; la desesperación de las poblaciones que no ven salida a la crisis y la imposibilidad de construir nuevos acuerdos para compartir espacios, caminos, estilos de vida y compromiso con la paz y el desarrollo se han constituido en el principal obstáculo a la convivencia pacífica.
En los lustros finales del Siglo XX y los albores del siglo XXI se vaticinaba que la humanidad iniciaba una etapa de progreso material y espiritual propicio al equilibrio emocional y social deseado por las naciones afectadas en los años anteriores por las guerras, las hambrunas, las diferencias étnicas y económicas, el analfabetismo, los fanatismos y la delincuencia.
El fin de la historia concebida como concreción continua de las confrontaciones y la irrupción de una nueva época: Postmodernidad, Era de Acuario, Sociedad del Conocimiento y otros guarismos proclamados por estudiosos, científicos o gurúes que profetizaron que este nuevo milenio abriría posibilidades a los seres humanos de perfeccionar el espíritu y su conocimiento, fomentándose la sabiduría, el amor, la bondad, la tolerancia, las actitudes compasivas y el buen trato entre los habitantes del planeta, el respeto de la naturaleza y el ambiente.
En vez de esas premoniciones de los sabios, astrólogos y sociólogos, las sociedades se muestran intolerantes, inmisericordes, violentas y agresivas con los más necesitados y débiles, como si la otra persona careciera de valor, de derechos y de sentimientos.
La imposición del Neoliberalismo y la Ética del Mercado implicó el fracaso de los humanismos y está conduciendo al surgimiento de individuos hedonistas, amorales, intransigentes y violentos.
Las sociedades, especialmente las del Viejo Continente, han olvidado las calamidades sufridas por sus habitantes en las guerras de conquistas de territorios, religiosas, de riquezas y tesoros, sucediéndose en el tiempo y las ambiciones de los que antes y ahora fomentaban y fomentan las contradicciones y los odios entre las colectividades.
Sin embargo, hombres y mujeres están de pie en todo el planeta: en España, Ecuador, Venezuela, Cuba, Uruguay, Bolivia, Brasil, Francia, África del Sur, Filipinas, dando pasos que muestran que los pueblos no permanecerán sentados, viendo pasar los cadáveres de sus congéneres y su propio bienestar.
El ejercicio del poder, en un mundo bueno para un grupo muy pequeño y malo para la mayoría que carga el peso del orden caótico e injusto establecido, tiene que cambiar. La verdadera Democracia: gobierno del pueblo, por y para el pueblo es la mejor vacuna contra la intolerancia y la violencia.

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