¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

La libertad de Expresión no vale nada sin la libertad de Pensamiento.
José Luis Sampedro.
La República Dominicana cuenta con numerosas maestras y maestros en el Sistema Educativo de cuyo trabajo la sociedad se ha formado apreciaciones y cuestionamientos que han contribuido al desprestigio de la imagen de esos servidores públicos y privados.
Se puede decir que el fracaso de las políticas públicas educativas y la crisis de valores que afectan a la sociedad dominicana han tenido una incidencia nefasta en el ejercicio del magisterio, limitando el desarrollo académico, económico y profesional de esos servidores.
El predominio de las ideas y praxis hostosianas marcaron la calidad de la escuela en las primeras décadas del siglo pasado. Ni siquiera el desmonte de los métodos y principios de Eugenio María de Hostos durante la tiranía melló, en lo formal, la eficiencia en la formación de quienes tenían el privilegio de la enseñanza.
En los años posteriores al derrocamiento de la tiranía trujillista continuó el abandono de la filosofía hostosiana, mientras las escuelas persistían en su intención de ser recintos donde deben asistir las niñas y niños a aprender a leer, escribir y prepararse en una carrera que les hiciera socialmente útiles y desarrollar sus potencialidades personales.
De manera continua y gradual, año tras año, disminuía la proporción del gasto dedicado a la educación y el salario de los educadores no alcanzaba para adquirir bienes y servicios y, sobre todo, para su propia formación.
En principio, quienes se encargaban de enseñar y educar eran ciudadanos destacados de las comunidades por sus niveles de conocimiento, sus valores éticos y su compromiso humano: profesionales del Derecho, la Literatura, el Lenguaje, la Historia, la Medicina, entre otras actividades en que descollaban.
Este tipo de personas existen en todas las sociedades, solo que, en el contexto mundial, el avance de las nuevas modalidades de capitalismo neoliberal ha incidido en que las personas formadas en valores han sido sustituidas por profesionales asalariados muy mal pagados y dirigidos por tecnócratas que no les importan las cualidades de quienes educan y enseñan a niños y niñas.
Las actuaciones disonantes de gente enrolada al magisterio sin vocación y las paupérrimas condiciones de los profesores, opacan los aportes y actuaciones positivas del verdadero educador, cuya satisfacción es influir positivamente en la vida de sus alumnos y de su sociedad.
En el país abundan nobles ejemplos de maestras y maestros de esa categoría que no escatiman tiempo ni incumplen las responsabilidades de la labor de educar y formar a sus alumnas y alumnos. Ellos saben que son los modelos que seguirán los educandos en el proceso educativo y en sus vidas.
La ciudad de La Romana tiene insignes educadores que se han esmerado en transmitir a los estudiantes de esa provincia sus conocimientos, normas de conducta y valores que construyen poblaciones y personas educadas en el arte del bien vivir.
Ejemplos de maestros que han dado lo mejor de sí a la juventud romanense y siempre serán recordados: doña Flora Alies y su hija Margarita, Ernestina Terrero de Dapena, Ramonita Contreras, Maximilien, Fanny Rodríguez, Heriberto Payán, Zenón Tavárez, Ramonita Contreras, Margarita Gallo Veija, Norma Irrizarry, Crisanta, a quienes se evoca con cariño y admiración.
Son ejemplos enriquecedores de cultura Luisa Lamooth, Nitín Troncoso, Ligia Morales, Teresa Lebrón Vda. Ditrén, Mercedes Lazala, Frinette Martínez, Elenita Linares, Celsa Albert, Norma Francis, Arturo Morales, Jorge y Sherry García, Ruth Melo, María Inocencia, Maura Ruiz, Francisca Guerrero entre otros educadores merecedores del reconocimiento de su pueblo y la comunidad nacional.
¡Loor a nuestras maestras y maestros!

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