¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

Al dominicano (a) le ha llegado la hora de decidir si quiere ser honrado, fiable, justo y responsable o sinvergüenza, mentiroso, estafador, corrupto, vividor, injusto y deshonesto.
La sinvergüencería, la mentira, la estafa, el engaño, la corrupción, la injusticia y la deshonestidad son las características conductuales sobresalientes del comportamiento de una gran parte de los dominicanos ante sí y el prójimo.
Este comportamiento se reproduce en el ejercicio del poder de casi todas las personas que trascienden socialmente, en el ejercicio político, la administración del Estado y por consecuencia en las relaciones con otros pueblos en las esferas comerciales, culturales, políticas y económicas como revelan los continuos escándalos de corrupción denunciados en el país y en el plano internacional.
Cuando se mira al pasado buscando las causas de las conductas de la sociedad del presente, la historia de la constitución del pueblo dominicano indica que desde sus orígenes más lejanos fue gobernado por gente de escasos principios y débil espiritualidad, que organizó sus estructuras para proteger intereses ajenos, los suyos propios y no para el bien común.
Una nación fundada con esa visión, es organizada para que sus estructuras respondan a los lineamientos de los sectores que ostentan la supremacía preservando con leyes que garanticen la existencia de esos grupos sobre el conglomerado con menos o ninguna posibilidad económica o social.
Cuando los españoles llegaron a Haití, Quisqueya, Bohío o Babeque los tainos vivían tranquilos, a gusto con las actividades que hacían, con su alimentación y las labores realizadas sin los agobios conocidos por los conquistadores provenientes de latitudes distintas al nuevo continente.
La historia revela que para los conquistadores llegar a estas tierras fue encontrar un tesoro de abundancia frente al cual su falta de principios y respeto al humano, acrecentó su codicia y deseo de poder, procediendo a utilizar todo tipo de malas artes en su relación con los nativos.
Los despojaron de sus tierras, de sus familias, de sus costumbres, de sus alimentos y de su tranquilidad, sometiéndolos a la esclavitud y a una zozobra que no comprendían ni sabían cómo manejar.
El conquistador aplicó el mismo procedimiento para dominar los pueblos, los aglutinó en sociedades en que no se admitía su condición humana, se irrespetaba su cultura y se desconocían sus derechos, con orígenes tan funestos, no se pudo crear un dominicano distinto al de hoy surgido de la dominación extranjera desde la génesis de la República y expropiado en su propio territorio para beneficio de unos pocos.
Ninguna de las estructuras sociales dominicana es autóctona, las tierras fueron sustraídas por los extranjeros, las instituciones basadas en reglas opresoras, la ley aplicada al infeliz, en fin, la mayoría se considera una masa sin derechos ni méritos.
Mientras el dominicano no decida cambiar interiormente, especialmente el rico y haga un mea culpa arrepintiéndose de las malas artes usadas para enriquecerse en denuedo del pueblo, esta nación no se engrandecerá.

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