¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

El 8 de Marzo las mujeres en el mundo pararon un momento del día, las dominicanas también. Solas, en grupo, en el trabajo, en la calle, en el campo, en parques, en la televisión, la radio y las fábricas.
No era necesario salir de la cotidianidad, solo reflexionar en las realidades que las dejan ser y las afectan de manera individual y colectiva en el medio donde viven.
La sociedad patriarcal se caracteriza por considerar la mujer objeto de deseo, concepción que la induce a que ella misma a creer que su obligación principal es asumir los patrones que degradan su potencialidad de persona inteligente y capaz.
Las mujeres han sido confinadas al hogar: a las labores de la casa, cuidado de l@s hij@s, del marido y familiares, la producción de alimentos que también implica responsabilidad en abastecimiento de las necesidades primordiales como el agua.
Son tareas en las que han acumulado vasta experiencia estructurando inteligentemente los procesos que les permiten realizarlas eficientemente, emplear tiempo del día en mantener el orden del estilo de vida de los integrantes de la familia, en supervisar el cumplimiento de las responsabilidades, entre otras actividades que limitan su derecho al descanso.
Las mujeres que trabajan en la casa, las que lo hacen fuera y las profesionales casi no descansan. El ocio y las actividades lúdicas les están, de hecho, prohibidos. Cuando tienen unas horas libres es para adecuar la figura a los estándares sociales y el gusto masculino promovido en los medios de comunicación que las hacen sentirse fea, gorda y vieja.
La propaganda induce a la mujer a ser esclava del “blower”, el tinte, el alisado, el maquillaje, la moda, la cirugía plástica, los implantes y adornos creados para engrosar los bolsillos de los fabricantes que ni siquiera piensan al producir esos artículos en los perjuicios que pueden causar a la salud de las usuarias.
La adecuación al patriarcado comienza en el núcleo familiar y en la escuela, donde niñas y niños pasan el mayor tiempo. L@s maestr@s reproducen los patrones de discrimen cultural, de negación de la identidad y de inequidad de género que ellos también aprendieron.
Las maestras inculcan a las niñas el rechazo al pelo crespo, a la tez negra, a los colores vibrantes, en fin, les ordenan pedir a sus madres que las alisen “para que se vean bellas”, si no lo hacen, hasta promueven que la clase se burle de ellas y sus cabellos que de modo burlesco llaman “pajones”.
Las mujeres deben plantarse para detener el discrimen contra ellas y para ser aceptadas con sus atributos; para que en los bancos y las empresas no les exijan pelo laceado, maquillaje y “buena presencia”; para no ser obligadas o inducidas a convertirse en “barbies”, exponiéndose a morir en una cirugía plástica; para revertir la humillante realidad de conseguir un empleo a cambio de favores sexuales; en fin, para ser respetadas en sus derechos.

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