Letanía de tareas

Letanía de tareas

Señor director:

Con Fernando Alvarez Bogaert me ha unido un fuerte lazo desde que lo conocí como estudiante de Economía Agrícola en Purde University cuando no había arribado a sus veinte y yo sobrepasaba algo los treinta.

Fue como un hermano menor para mí y todavía lo es. Cuando vine a Santo Domingo priorizé el encuentro con su familia que la tuve como mía desde un principio mientras yo recibía regularmente un trato familiar del núcleo hospitalario y cariñoso Alvarez-Bogaert.

Dada sus condiciones de sobresaliente estudiante y su apertura a Economía General en Columbia University New York, a donde yo lo visitaba en los «long week-end», no me extrañó que el recién electo Presidente Joaquín Balaguer lo seleccionase como secretario de Agricultura en 1966.

Porque, además, me constaba su arduo y constante trabajo político a favor del doctor Balaguer porque en esos meses cada pocos días me visitaba para ofrecerme un recuento de su labor política.

Lo que sí me extrañó fue la edad de 26 años a la que arribaba Fernando cuando lo nombraron.

Fernando aceptó el cargo con notable entusiasmo y me hizo regresar de Chile donde yo establecía contactos con DESAL «para el desarrollo de América Latina» y lo acompañase en su aventura.

A Fernando, aunque joven pero de familias respetadas por ambas orillas, la recién instituida Comisión Nacional de Desarrollo lo aceptaba pero su juventud y vibración con lo moderno y lo social no dejaban de producir cierto resquemor entre los provectos miembros de la Comisión.

Me pidió que le redactara el discurso resumen de su labor de pocos meses en Agricultura ante el Presidente y los comisionados.

Reseñé, producto por producto las áreas que la Secretaría había estimulado a sembrar en coordinación con el Banco Agrícola y otras instituciones públicas y privadas.

Debo relatar aquí que en su buena fe, calor juvenil y prioridad política el Secretario aumentaba aquí y allí algunas tareítas sembradas o rehabilitadas cada cultivo.

Muchos aplaudían la labor, dinamismo y entusiasmo del joven funcionario. Pero alguno, de esos que llevan anotaciones, aprovechó un silencio para exclamar:

«Señor Presidente, detenga a su Secretario porque ya se prepara para sembrar en Haití»…

La carcajada inundó el salón de sesiones. Y Balaguer que era un «gozón» de chistes oportunos, rió tanto el ardid del joven funcionario como la ocurrencia del agudo comentarista.

Fernando, amoscado al principio, se recuperó de nuevo y continuó impávido su letanía de tareas sembradas.

Balaguer respaldó en su cargo a Fernando que llegó a cumplir los treinta años inamovible.

En abril del setenta solicitó una licencia para cumplimentar las exaltadas presiones del PRD. Asumió por disposición de Balaguer la primera Vicepresidencia del reformista y la dirección de la campaña electoral 1970. La suerte estaba echada.

Atentamente,

Francisco Dorta-Duque

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