LETRAS
La poesía como experiencia vivida

<STRONG>LETRAS<BR></STRONG>La poesía como experiencia vivida

ENRIQUE EUSEBIO
Cuando leí este nuevo libro de Mateo Morrison,  “Espasmos en la noche” algo en mi interior me dijo que estaba frente a un gran texto que debía leerse con detenimiento. Así lo hice y llegué en el entusiasmo a plagiar un poema de Mateo: “La música en tu cuerpo”.

Claro, plagio no en el sentido de copia, sino de parodia o regodeo en el espíritu de las palabras (como lo entendía Severo Sarduy), porque a mi entender me había encontrado con un nuevo Mateo Morrison que me incitaba a dialogar, a hacer un intercambio de voces. Y este es el punto inicial para mí.

Advertí que Mateo conversaba acerca de una sub-cotidianidad vivencial, que bruñía las palabras para decir su entorno sin rebuscados vocablos, solo con el corazón abierto de la poesía; y esto no es fácil para ningún escritor, exponer las realidades aparentemente sencillas en un tono claro y definitivo.

Sé que hay muchos tipos de discursos poéticos: el grandilocuente, con una inmensa batería de metáforas y palabras poco comunes; el del encadenamiento subjuntivo, que hace de una primera oración una urdimbre que concluye en un punto final, el de los poetas pensantes, cuyo fin es la exposición de consideraciones filosóficas en torno al mundo; el de los poetas experimentales, que dan un sentido de extremada importancia al rejuego de los signos lingüísticos en un contexto determinado; y así otros discursos, pero el que yo noté en Mateo era uno distinto: el de la realidad sub-cotidiana aposentándose en la vida misma, el que dice el yo como si fuera un nosotros, pues despliega las alas desde sí y se confunde con nuestras preocupaciones de cada día, con términos casi exactos, sin buscar la imagen sino dejando que fluya espontáneamente; es un discurso intertextual, desde el meollo mismo del decir hacia la irrefutable realidad de lo dicho.

Pienso que fue este tipo de discurso el que me guió a plagiar a Mateo, pues me sentía en la necesidad de responderle, de hablar con él sobre los mundos que me desvelaba. No es casual que una almohada no sepa soñar o que la sábana sepa aún menos de los sueños, como nos dice en el poema que nombra el libro: “Espasmos en la noche’’, para referirnos una realidad intracotidiana: “A mi lado qué soñará la / mujer que hace tantos años / usa la otra almohada; de seguro tampoco sabe / de sus  sueños”.

De los métodos literarios y las teorías que los sustentan pronto entendí que cada uno se debatía en un irresoluto, la negación de los otros para constituirse en única vía de abordaje textual, por lo tanto decidí asumir una crítica de la lectura que a la vez fuera una exposición sumatoria de todos sus esguinces y una valoración de lo textual como objeto principal de análisis.

De este modo podía escoger de cada uno aquello que consideraba válido sin perder la oportunidad de re usar los otros. Del estructuralismo genético me gustó el concepto, claro después que Lucien Goldman sobrepasó mentalmente a Gyorgy Luckas, de que la obra literaria no era un espejo de su tiempo, sino un espejo en el tiempo de la obra. Lo que equivale a decir que es el texto quien habla, no quien lo interpreta.

Es preciso tener pruebas para hacer cualquier afirmación, por eso cuando tratamos de interconectar el discurso de Mateo con su entorno epocal, citamos lo que él nos dice: “…aunque sienta / sudores en una madrugada / donde colapsa la energía”. Solo la palabra “energía” nos remite, no a la fortaleza que alguien tiene o exhibe, sino a los maltratantes apagones con los que convivimos diariamente. Casi automáticamente obtenemos al poeta que  sin pretender hacer un discurso social, nos refiere su sociedad.

El poema termina privilegiando la sábana porque sabe “otras cosas” que la almohada no sueña: “…de cuerpos diluidos, / de movimientos tenues /y movimientos bruscos, / de humedades que hacen temblar…”

Este texto que hemos tomado como modelo constituye la apertura a la intelección del discurso de Mateo; y no es que los otros poemas sean iguales, pero se embarnizan con su pátina.

Yo los agrupo en cuatro núcleos temáticos fundamentales: 1.- Los referentes a la subcotidianidad vivenciada, 2.- Los textos francamente amatorios, 3.- Los exterioristas, a veces coloquiales, 4.-  Y los de raigambre social. En el primer núcleo tenemos, además del referido, EGBERT, ADELMO, MATEO, ALEJANDRO, ALMUERZO DE ESTRELLAS, CUANDO NACÍ, Etc.  En el segundo: RETORNAR A TU VIENTRE, NADA MÁS, DE AMORES DERRUIDOS, LA MÚSICA EN TU CUERPO y otros. En el tercer agrupamiento: LA CÁMARA ME OBSERVA, DÉCALOGO REFLEXIVO, REUNIÓN DE MÁSCARAS, y otros. En el cuarto: PREOCUPACIÓN POR LOS HUESOS, LOS SOBREVIVIENTES, y OJOS DE MADRE, VIENTO DE GUERRA, Etc.                                            

Como señalamos al principio, la característica común a todos los textos es el uso de un lenguaje aparentemente sencillo, pero complejo en el decir; preciso en el uso de las imágenes invocantes, dadas a cuentagotas; nada está de más ni de menos, casi exacto en la expresión poética, pero que resalta el genio de Mateo Morrison como poeta maduro, que sabe lo que dice y lo que quiere decir. No hay improvisación alguna. Los poemas comienzan con un propósito y lo terminan. Y es este el objetivo de un poeta que se piensa y sabe serlo: domeñar el difícil oficio de la expresión auténtica.

En síntesis

Sencillos y complejos
Sencillos en apariencia, en realidad los textos de Morrison resultan complejos en su expresión al mismo tiempo que precisos en la exposición de  imágenes a las que recurre con pausa, buscando la exactitud en el mensaje. Es evidente que logra un dominio del difícil quehacer de la poesía.

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