LETRAS
Plinio Chahín: vocación y trayectoria

<STRONG>LETRAS<BR></STRONG>Plinio Chahín: vocación y trayectoria

JOSÉ MÁRMOL
Persevero en la creencia, equivocada tal vez, aunque poco importa, de que la literatura, en cualquiera de sus múltiples formas de expresión, no es más que un ejercicio imaginario de pensamientos y sentimientos por medio del lenguaje, que hace posible un diálogo real entre los seres humanos.

Al propio Plinio Chahín, agudo pensador, excelso poeta y un conversador de los de mayor fruición por las ideas y las palabras, así como tremenda exquisitez y brillante agudeza, le gusta repetir aquella expresión de Goethe que reduce el sentido de la literatura al pretexto para la sustentación de un diálogo entretenido y fértil, una conversación sin más.

Quisiera aprovechar la ocasión de presentar brevemente, las dos nuevas obras de Chahín, a saber, el poemario Cabaret místico y el conjunto de ensayos Pasión en el oficio de escribir, publicadas por la Editora de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) al cierre del pasado año 2007, para compartir públicamente algunos aspectos, los más relevantes, tal vez, de mi interés y admiración por la inmensa vocación y la fructífera trayectoria de un escritor, que, como muy pocos en nuestro ámbito cultural, asumió la literatura, desde un principio, en una perspectiva hondamente vital, irrefutablemente existencial, de vital valor humano y con una seriedad abrumadora, radical, sin ninguna suerte de ambages ante la preeminencia del lenguaje en el oficio de escribir.

Una cualidad que retrata lo esencial del poeta y crítico que hoy nos congrega es su elevado sentido de lo lúdico y el preponderante papel que ese espíritu  insaciablemente curioso, inventivo, a veces juguetón desempeña en su laboriosa voracidad como lector y en su constante actitud creativa por medio de la palabra.

El inmenso Novalis llegó a proclamar la necesidad de que el poeta se mantuviese en un permanente estado de crítica como una necesidad propia de su condición demiúrgica. El autor de Cabaret místico y Pasión en el oficio de escribir se ha mantenido fiel a ese dictado del romántico alemán. Una fidelidad a toda prueba que no se doblega siquiera con los quebrantos de salud ni con los ineludibles compromisos que la presente cultura de la productividad y eficiencia posmodernas imponen al individuo de hoy.

El escritor y lector que hay en Chahín exigen a pulmón abierto, día tras día, algo que la cultura actual nos ha conculcado inmisericordemente: el ocio, esa premisa temporal y existencial del ingenio, en franco proceso de extinción. Plinio Chahín juega, con igual fruición, del orden al caos, de la vida a la muerte, de la construcción a la deconstrucción, del vacío a lo pleno, del sonido al silencio, de la esencia a la apariencia, del noser al ser, del sentido al sinsentido, del mito a la realidad y viceversa.

Estos son sólo algunos rasgos del ser humano que ha ido moviendo las bielas y engranajes con los que se fueron forjando, además de los libros que comentamos, obras como Consumación de la carne (1986), Solemnidades de la muerte (1991), Oficios de un celebrante (1999), Hechizos de la hybris (1999), premiado en Casa de Teatro en 1998, y ¿Literatura sin lenguaje? Escritos sobre el silencio y otros textos (2005), que obtuvo el Premio Nacional de Ensayos en ese año.

El libro Cabaret místico reúne, de hecho, la producción poética publicada por el autor entre 1986 y 1999, a la cual se une una veintena de textos breves fechados en 1994 y amparados por el título de Ojos de penitente. Sobre la poesía, en general, de Plinio Chahín he escrito en diversas coyunturas, celebrando en ella la dinámica fusión de pensamiento e imaginación, filosofía de la vida y hedonismo estético, así como el hermetismo por condensación del dicho y apertura universal del sentido de la expresión multívoca en la línea del verso.

El volumen, que confirma a su autor como un connotado miembro de la Generación de los 80, congregó a varios amigos para que introdujeran, con brevedad y acierto, cada uno de los títulos poéticos que lo componen. Por ejemplo, Cayo Claudio Espinal, creador del Contextualismo, resalta en Chahín su seriedad como autor y su diestro conocimiento del oficio de escribir. Por su lado, León Félix Batista, destacado poeta ochentista, exalta en la madeja del poema de Chahín “lo líquido que es lípido, avance que se enrosca, porosidad de acero”.

Del libro Pasión en el oficio de escribir, en el cual Chahín congrega ideas acerca de la poesía universal, el arte visual contemporáneo y la literatura vernácula y de otros países hispanoamericanos, podríamos resaltar la agudeza del juicio crítico y el coraje responsable para enmendar la plana, en base a una concepción ecléctica de la creación literaria y la crítica misma, a argumentos de autores considerados vacas sagradas de la literatura dominicana.

Su artículo titulado “El ejercicio de la crítica dominicana” es pieza clave en este aserto. No menos importante y revelador es su concepto de la lectura como un acto de creación, en cuya articulación se intercambian los roles del autor y el lector convencionales, hecho este que habrá de permitir que revolucionemos también la idea tradicional del canon literario, para el establecimiento de lo que él llama “una lista abierta” de autores clásicos.

El volumen abarca, además, la opinión valorativa de obras de autores nacionales como Franklin Mieses Burgos, Alexis Gómez Rosa, José Mármol, mientras que de la literatura hispanoamericana se ocupa de autores como Álvaro Mutis, Eugenio Montejo, Oscar Hahn,  y de los italianos Ungareti, Montale y Quasimodo.

Me uno, pues, al júbilo de Remedios y Zahir, esposa e hijo de Plinio Chahín, así como al goce de todos aquellos que hemos tenido la suerte de compartir el paso por la vida con uno de los hombres que a mí, al menos, y me siento premiado con ello, me ha demostrado la utilidad dialógica, conversacional y amena de la literatura, yo que creí siempre en su inutilidad visceral; pero, que sobre todo, me ha dado a conocer el más fraterno y franco sentido de la amistad.

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