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Valor de la escritura en Marcallé Abreu

<STRONG>Letras</STRONG><BR>Valor de la escritura en Marcallé Abreu

En “Confidencias en torno al destino de la única mujer fatal” (1980), la simbolización de la patria recae en la figura de la mujer maldita. Se sabe el rol que juega esta figura en el cine y en la literatura, incluso en la canción popular, pero Roberto Marcallé Abreu es un escritor y en ninguno de sus textos los títulos remiten a lo real, sino que son símbolos ambiguos o plurales de lo real. Esa es su política.

¿Cuál es el símbolo de la única mujer fatal?  La patria, la cual, según Giovanni di Pietro, todavía en los años de publicación de la novela de Marcallé Abreu, vivía sumida en la abyección y en “un descalabro moral” (p. 99) de los cuales nunca se ha concienciado. De ahí el reparto de personajes que simbolizan esa abyección y ese descalabro. Esta novela es de tema social, pero Di Pietro señala que al autor no le interesa nunca, en su escritura, el tema social u otro tema cualquiera, sino “la dimensión moral” (p. 90) detrás de los temas, y yo digo, la dimensión ética, la cual busca constituir a los sujetos en sujetos, no en instrumentos manipulables por parte de los poderes del sistema, es decir, en sujetos que orienten su política en contra del sistema, sus ideologías, sus mitos y creencias. La dimensión “moral” no apunta nunca a constituir este tipo de sujeto, aunque es muy importante, pues permite el paso a ser sujeto.

En “Confidencias…”, Mercedes y sus padres Ofelia y Patricio se oponen en bloque a los instrumentalizadores (Ramfis, Enríquez, el padre Miguel, símbolo de la Iglesia, José María, el maipiolo, símbolo de la abyección de la sociedad dominicana. Y Mercedes, la víctima de la violación, simboliza la patria futura, víctima de los desmanes de los poderosos, y Ricardo, simboliza la tambaleante y nunca asentada conciencia de la dominicanidad. Según Di Pietro: “Ricardo, el joven pretendiente a la mano de Mercedes, el que tenía que brindarle un futuro digno y honesto, aparece sólo como un simple nombre en la novela.

No tuvo la valentía de casarse con ella, de brindarle aquel futuro que se merecía. (p.103) Y no puede casarse ni brindar nada, porque la patria dominicana es un magma en formación, que no ha cuajado a causa de la falta de conciencia política y de conciencia nacional, como dijera Américo Lugo. Y Marcallé Abreu no puede ir, en su escritura, más lejos que esta realidad cotidiana.

Según Di Pietro, “Estas oscuras presencias de todos los días” (1998) tiene valor porque plantea el problema moral, ético para mí, de la violencia doméstica entre marido y mujer. Para el crítico, es un valor que Marcallé Abreu trate un tema “moral” que ningún escritor o escritora está dispuesto a tratar y que incluso tal vez ignora su existencia.

Aunque hay varios personajes que narran historias desgarradoras de violencia doméstica, nuestro crítico afirma que la protagonista central de la novela es Madelaine, pues sobre ella (símbolo de la sociedad dominicana) recae la terrible violencia de su marido, Ezequiel, “un desquiciado mental, un caso clínico de primera categoría. Él representa a toda una sociedad –la dominicana- con sus falsos valores.” (p. 42)

Di Pietro acota: “El hombre ve en la mujer sólo un juguete del placer y una cantera de vástagos; la mujer ve en el hombre sólo el proveedor, y está dispuesta a tragarse los más brutales abusos a fin de sentirse mínimamente amparada.” (p. 46)

Ante lo cual, al dirigirse a cultores de ficción sentencia: “ya es tiempo de que los escritores e intelectuales del país en general dejen su actitud onanista ante los problemas nacionales y por fin se dediquen a un análisis profundo de ellos.

“Pasársela hablando de los boleros en el tiempo de Trujillo, o de los milagros de la informática en nuestros tiempos, o de los tibios pruritos eróticos tipo ‘fin de siècle’, o hasta de la epopeya ya vieja de Abril, es una pura pérdida de tiempo. Esto no hace nada para ayudar a un pueblo y a un país que, como siempre hemos dicho, ‘se merece mejor suerte de la que ha tenido y que lamentablemente tiene todavía.” (p. 47)

Marcallé Abreu vuelve en “Las insólitas cartas del destino” (1999) al tema de la novela testimonial, ahora mezclado con lo policial. Pero no le interesa el tema en sí, sino el símbolo. Y esa obra, al decir de Di Pietro, simboliza “el tema más amplio del devenir de la nación dominicana y, por extensión, de lo que llamaríamos el mundo.” (p.27)

La novela testimonial, policíaca o social es un fracaso si no pasa a una problematización de la dimensión moral o ética. Si no logra esta simbolización, se queda en una ideología de la nostalgia. Dice Di Pietro: “la novela testimonial sirve como nostalgia por dos razones –nostalgia por la lucha antitrujillista, y nostalgia, además, por la lucha ideológica emprendida por los izquierdistas a favor de su patria. O sea: en el pasado todo parecía ser más simple, mientras que hoy –especialmente en la República Dominicana- nadie sabe dónde es que estamos ni hacia dónde vamos.” (p. 24)

Para el crítico, el periodista Terrero se ha propuesto investigar la muerte de otro periodista, y en su camino se encontrará con los obstáculos de los gobiernos y los sectores poderosos, así como de los que viven confundidos en la sociedad porque han asumido, moralmente, el mal disfrazado del bien. Esta simbolización es la que arropa a la actual sociedad analizada por la escritura de Marcallé Abreu. Di Pietro la caracteriza de este modo: “la sociedad dominicana y el mundo actual tienen ante sí el dilema de escoger entre el mal y el bien. El mal pinta de pendejo al bien, y ahí está la confusión de siempre.

En “Sobre aves negras, cortes de media luna y lágrimas de sangre” (2003), novela policial, Marcallé Abreu logra, según Di Pietro, convertir “la forma de la novela policíaca para llegar a decir muchas cosas reveladoras y de importancia acerca de la sociedad dominicana. O sea, este novelista logra disfrazar lo que es una novela social bajo el género de la novela policíaca. Al hacerlo –y obviamente lograrlo- evita todos esos escollos que forman parte de la novela social. No se trata de cuestionar la injusticia social de la sociedad y denunciar los responsables, como se hace en la novela social tradicional y especialmente en su forma degenerada en la novela marxista o del socialismo científico; más bien, se trata de llegar al fondo de esa injusticia; de reconocer algo que la novela social  ‘per se’ nunca reconoce, principalmente cuando inspirada en una determinada ideología –que todos los problemas sociales, al final, no son políticos, sino morales.

Es el hombre el que crea el sistema, y un hombre injusto siempre termina por tener una sociedad injusta.” (p. 50-51)

He llegado a una síntesis final del análisis de Di Pietro a siete obras novelescas y dos de cuentos de Marcallé Abreu para ver el valor de su escritura, moral para el crítico, ética para mí. A ambos nos queda por delante ahora el análisis de los cuentos faltantes y de las dos últimas novelas del autor: “Contrariedades y tribulaciones en la mezquina existencia del señor Manfredo Pemberton” (2006) y “No verán mis ojos esta horrible ciudad” (2009).

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