Lévi-Strauss en toda humanidad

Lévi-Strauss en toda humanidad

Claude Lévi-Strauss se despidió recientemente con 100 años. Su imagen se mantiene y se mantendrá viva en nuestro recuerdo con su mecha de lado, con su pelo lacio, muy blanco, y exhibiendo su alegría compartida.
Su rostro cantaba aires de juventud y de eterna adolescencia. Lucía un corte de pelo siempre bien trazado con su ralla rosada .Tuvimos la suerte de verle cruzar la Rue des Écoles y la Rue Saint Jacques, para bajar las escaleras del College de France hasta llegar Rue Mauberta la tienda del panadero armenio que vendía unos pastelitos de espinacas y queso de oveja inolvidables, hechos con sus propias manos. Siempre pedía tres y, de nuevo, se retiraba a su laboratorio de investigación antropológica del College. En horas avanzadas de la tarde tomaba su café en Le Duc, un bistrot de la Rue Soufflot, a dos pasos de La Sorbonne y ese era el lugar en el que en ocasiones, nos ofrecía a pequeños grupos conversaciones apasionadas. Nos parece interesante poder recordar para la juventud y nuestros lectores actuales, la conferencia que nos dictó en 1973 en la Casa de las Ciencias del Hombre en París, abordando parte de sus reflexiones; de su lección inaugural que fue impartida por primera vez en 1960 y retomadas en varias conferencias nacionales e internacionales en los años precedentes.
Nos legaron sus conocimientos, partiendo de que si la sociedad está en la antropología, la antropología misma está en la sociedad: pues esta ciencia ha podido ampliar paulatinamente su objeto de estudio, hasta incluir en ella la totalidad de las sociedades humanas. Sin embargo, surgió un período tardío en su historia, en un pequeño sector de la tierra habitada. Más aún, las circunstancias de la aparición tienen un sentido, solamente comprensible cuando las situamos en el marco de un desarrollo social y económico particular: entonces adivinamos que están acompañadas de una conciencia –casi un remordimiento– de que la humanidad haya podido, durante tanto tiempo, mantenerse alienada con ella misma; y, sobretodo, esta fracción de la humanidad, que produjo la antropología, sea la misma que convirtió a tantos hombres en un objeto de execración y de desprecio, secuela del colonialismo, decimos a veces en nuestras encuestas. Las dos cosas están ciertamente ligadas, pero sería falso considerar la antropología como el último avatar del espíritu colonial.
…”permítame entonces que mis últimas palabras estén dirigidas a esos indios de los trópicos, a sus semejantes a través del mundo, que han enseñado su pobre sabiduría que contiene, sin embargo, lo esencial de los conocimientos que me habéis encargado de transmitir a los demás. Con ellos tengo una deuda de la cual nunca me liberaré y aquí quiero justificar la ternura que me inspiraron y el agradecimiento, siendo con ustedes lo mismo que fui con ellos, porque nunca cesaré de ser su alumno y su testigo”… Este argumento explícito del maestro marcó en varias generaciones del 70 un auténtico manifiesto de reflexión sobre la convivencia de la gran diversidad humana en el planeta. Lévi-Strauss abrió un campo humanístico y exploratorio entre la inteligencia y la sabiduría, proponiendo enriquecer la humanidad de las enseñanzas, de las filosofías ancestrales, de los grupos humanos, amerindios, aborígenes y ancestrales, existentes en la geografía planetaria, sea, en Brasil, en Australia, en Nueva Papuasia y en África. Rompe antes que nadie el concepto de sociedades primitivas en sociedades primeras, es decir, en sociedades que se mantienen en el mundo de hoy en su ritmo y rito tradicional ajenos a las consecuencias y a las opciones del mundo contemporáneo, industrial, capitalista, tecnológico y cibernético. El pensamiento del maestro ofrece ante todo un diálogo natural con los grupos humanos de la selva, del río, cuyos usos y costumbres impactan al investigador como un referente de pensamiento que nos permite repensar y analizar los abusos coloniales, las hegemonías desarrollistas y la imposición al planeta del modelo especulativo y financiero. En los años 70, envueltos todos en la competencia de la ideología dialéctica y marxista, Lévi-Strauss trajo a las ciencias sociales y humanas la posibilidad de pensar el mundo desde la esencia misma del ser humano de cuestionar el aceleramiento y la precipitación del modelo industrial. Brasil fue para él su territorio exploratorio y la plataforma de investigación que le permitió elaborar su manifiesto estructuralista “Tristes Trópicos”.
El pensamiento de Lévi-Strauss creó un lazo de encuentro con los mayores intelectuales de América Latina, de África, de Asia y de Oceanía, que defendían y buscaban sus huellas y sus orígenes en el mayor conocimiento de sus ancestros. La pasión de Lévi-Strauss por las sociedades primeras creó puentes de diálogo humano entre la intelectualidad de los países en vías de desarrollo. En París, tuvo por amigo a Miguel Ángel Asturias y se apasionó por toda la dedicación que el escritor guatemalteco le dedicó a los indios, amerindios, quichés y mayas, en sus obras “Leyendas de Guatemala”, “Hombres de maíz” y “El Pophol Bu”. Con el conocimiento profundo de las sociedades ancestrales, la antropología abrió las ciencias humanas al imaginario, a la poética y a la estética.
El acercamiento del antropólogo a los escritores, a los poetas y a los artistas cuyos signos y códigos se alimentan del referente etnológico y cultural de los pueblos, lo podemos intuir en tristes trópicos: “El conjunto de las costumbre de un pueblo está siempre marcado por un estilo; costumbres que forman sistemas. Estoy persuadido que esos sistemas no tienen una cantidad limitada y que las sociedades humanas, como los individuos en sus juegos, en sus sueños o en sus delirios, no crean nunca de manera absoluta pero se empecinan en seleccionar ciertas combinaciones en un repertorio ideal que se pudiera reconstituir”.
Lévi-Strauss nos ha dejado un legado fundamental, nos llama a interesarnos en cada especificidad humana, en su funcionamiento intelectual visto en la función simbólica común para todos los hombres y constante en el tiempo y el espacio geográfico, esto sería enseñarnos a caracterizar el espíritu humano. En un encuentro con Raymond Bellour, en 1967, declaró: “Cultura y lengua son dos modalidades de una actividad fundamental del espíritu humano, …del cual una ciencia, … la antropología entendida en su sentido más amplio, nos revelará un día los secretos”, confirmando en 1971 que “en todo lo que he intentado hacer, he intentado comprender cómo funciona el espíritu de los hombres… quiero poner en evidencia ciertos modos de funcionamiento del espíritu humano tan constantes y expandidos a través de los siglos, que los podemos considerar como fundamentales”.
Con estos referentes al maestro de la antropología queremos abrir su obra a las nuevas generaciones, pues permite entrar en el conocimiento y el respeto de la alteridad y de la genialidad humana libre de todo condicionamiento ideológico y moral.
Sencillamente libre porque toda la obra de Lévi-Strauss trata de lo más sublime, de lo humano, su humanidad. Recordamos cómo nos contestó sencillamente en el Café Le Duc en París:
-“Professeur, ¿qu’est-ce que l’antropologie?”
– “L’humanité en soi”.
“Profesor, ¿qué es la antropología?, La humanidad en sí”…

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