Es difícil no estar de acuerdo con el doctor Guillermo Moreno, candidato presidencial de Alianza País y Alianza Electoral para el Cambio Democrático, cuando define como una “pose electorera” la solicitud del presidente Danilo Medina al Congreso Nacional para que apruebe la Ley de Partidos tan pronto concluya el proceso electoral. Sobre todo si esgrime un argumento tan sólido: el PLD lleva más de diez años controlando el Congreso Nacional, por lo que ha tenido tiempo y oportunidades de sobra de haberla aprobado si esa hubiera sido su intención y, mas que nada, su voluntad política. Y recordó de inmediato, para reforzar su argumento, que la Constitución fue modificada en unos cuantos días cuando se creyó necesario abrirle camino a la repostulación del presidente Medina. Vale señalar, para que conste en el expediente, que la solicitud del mandatario sorprendió a no pocos, pero también provocó gran desconcierto en el país político, que no acaba de entender la estrategia. ¿A qué viene hablar ahora de un tema tan polémico como la Ley de Partidos, la gran ausente en una de las elecciones mas inequitativas de las que se tenga memoria? ¿Crear falsas expectativas? ¿Alborotar el avispero? ¿Burlarse de la oposición? Y otra cosa: ¿quién garantiza que una vez concluidas las elecciones y conocidos sus resultados los legisladores peledeístas y sus aliados estarán en disposición de aprobar una ley que lleva catorce años dando tumbos en el Congreso porque a nuestra clase política no le interesa que la regulen ni la controlen? ¿Por qué debo creer que esa actitud va a cambiar? Confieso aquí, sin rubor, que no creo en las buenas intenciones de los políticos, a menos que coincidan con sus intereses. Y no pienso, con todo respeto, que este sea el caso.