Ley del Reino, centro de todas las cosas

Ley del Reino, centro de todas las cosas

POR CLAUDIA DE ALBA
Jesucristo dio una ley tan profunda que deberían adoptarla todas las sociedades. Se trata de la ley de la reciprocidad. Uso la palabra ley porque se trata de un principio universal: “Así que, todas las cosas que querías que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esto es la ley y los profetas”. Si se aplicara en todos los niveles de nuestro mundo esta regla de oro”, tendría efectos muy profundos.

Si no quiere que un vecino le quite sus herramientas, no se apodere de las suyas, si no quiere que lo golpee un conductor descuidado, conduzca su automóvil con cuidado y precaución.

¿Quiere que alguien lo ayude cuando lo necesita? Ayude usted a otros que lo necesiten.

No queremos que una persona que se encuentre corriente arriba contamine al río, de modo que tampoco nosotros ensuciaremos el agua que van a recibir otros más adelante. No nos agrada tener que respirar aire contaminado con sustancias químicas, por lo que no contaminaremos la atmósfera cuyo aire respirarán otros. No queremos que otros despilfarren nuestro dinero, por lo que seremos muy cuidadosos con el dinero que otros nos hayan confiado. No queremos que los impuestos exagerados nos quiten todo el dinero, de modo que, si estamos en el gobierno, no confiscaremos las propiedades de los demás.

No queremos que nuestros automóviles se caigan a pedazos mientras los conducimos por la carretera, de modo que, si somos fabricantes, no deberemos producir vehículos de mala calidad. Si no nos gusta vernos oprimidos en el lugar de trabajo, no sojuzguemos a nuestros empleados.

Imagínese el efecto que tendría en el mundo esta ley del reino, si se aplicara. No tendríamos necesidad de ejércitos, cárceles ni penitenciarías, nuestras dificultades de tránsito se aliviarían enormemente, porque no habría conductores borrachos ni descuidados. Si se pusiera en práctica, la ley de la reciprocidad reduciría las cargas que pesan sobre el gobierno, liberando al mismo tiempo las energías productivas de todo el mundo.

“Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos”, es un principio que, si se pusiera en práctica, crearía una verdadera revolución en el seno de nuestra sociedad. Este es el fundamento del reino de Dios para todas las relaciones sociales.

Dios te bendiga”.

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