BEIRUT. AFP. El ejército del Líbano amenazó hoy a Siria con responder en caso de un nuevo ataque en su territorio, en un nuevo desbordamiento de un conflicto que centró el miércoles las discusiones en Washington entre los jefes de la diplomacia de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Un helicóptero sirio lanzó dos bombas contra el centro de Aarsal, una localidad libanesa que apoya la rebelión que lucha para deponer al régimen de Bashar al Asad, en el que una persona resultó herida.
El ejército libanés informó en un comunicado que ha adoptado las «medidas defensivas necesarias para responder inmediatamente a cualquier violación de este tipo», una advertencia bastante poco usual en la historia reciente de Líbano y de Siria, expotencia tutelar de su pequeño vecino.
El presidente libanés, Michel Sleimane, denunció la «violación de la soberanía» de su país que se reserva el derecho de «adoptar medidas para defenderse» y de «recurrir a la ONU y a la Liga Árabe».
Estados Unidos condenó por su parte, «en los términos más firmes», este ataque, que tilda de provocación «inaceptable».
La zona alcanzada está poco habitada, dijo un responsable de la seguridad libanés, que no dio más precisiones sobre daños o víctimas.
Al mismo tiempo, casi una semana después de los combates entre soldados y rebeldes sirios en el paso de Quneitra, en el Golán, Austria inició la retirada de sus 378 cascos azules que participan en la fuerza de la ONU desplegada en la línea del alto el fuego entre Siria e Israel, lo que hace temer que le puedan seguir otros países.
Ante el deterioro de la seguridad, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, recomendó que «se refuercen la capacidad de autodefensa» de los cascos azules en el Golán.
Hague dispuesto a «hacer más» en Siria. Por otra parte, según vídeos difundidos por el opositor Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH), con sede en el Reino Unido, rebeldes islamistas sunitas celebraron la muerte de unos 60 chiitas, en su mayoría combatientes favorables al régimen de Bashar al Asad, y el incendio de sus casas en el este de Siria. «Aquí están los chiitas, este es vuestro final, perros», grita uno de ellos.
Este ataque es una represalia a otro llevado a cabo por habitantes contra un centro de la rebelión, según el OSDH, que recaba información en una amplia red de militantes y médicos en el país.
Siria es un país de mayoría sunita, gobernado desde hace más de 40 años por el clan Asad, que pertenece a la minoría alauita, una rama del chiismo. Los rebeldes son mayoritariamente sunitas.
El cariz confesional del conflicto, que ha dejado más de 94.000 muertos desde marzo de 2011, se ha exacerbado con la participación del Hezbolá chiita libanés al lado de los hombres del régimen, que cuenta con el apoyo del Irán chiita.
La ayuda crucial del Hezbolá permitió la semana pasada al régimen recuperar el estratégico bastión de Quseir en la provincia central de Homs. Aupada por este éxito, el ejército avanza en la ciudad del mismo nombre con el objetivo de recuperarla totalmente, según el OSDH.
En este contexto, las autoridades francesas reflexionan la manera de reforzar a los rebeldes.
El ministro de Relaciones Exteriores, Laurent Fabius, lamentó que las «tropas de Bashar al Asad y sobre todo el Hezbolá y los iraníes, con las armas rusas, hayan recuperado un terreno considerable. Si no hay un reequilibrio en el terreno, no habrá conferencia de paz en Ginebra ya que la oposición no aceptará acudir», dijo.
En Washington, tras el encuentro con el jefe de la diplomacia estadounidense, John Kerry, su homólogo británico William Hague afirmó que Londres y sus aliados, que apoyan la oposición, deben «prepararse para hacer más» en Siria. Pero ambos se abstuvieron de hacer algún anuncio sobre un eventual envío de armas a los rebeldes.
Estados Unidos dijo el miércoles que revisará las sanciones comerciales contra Siria, en particular las transacciones petroleras, para que se puedan beneficiar las zonas controladas por la oposición.
El primer ministro británico, David Cameron, anunció por su parte que hablará sobre Siria con el presidente ruso, Vladimir Putin, el próximo domingo en Londres.
Putin, cuyo país envía armas a Damasco, lamentó que Asad no haya emprendido las reformas como le reclama la calle desde marzo de 2011.