Libertad de prensa

Libertad de prensa

El Día Mundial de la Libertad de Prensa coincide este año con acontecimientos que confirman que esa prerrogativa, cuando se la ejerce para divulgar la verdad, representa una de las garantías más idóneas para las demás libertades de individuos y sociedades.

En la Historia abundan ejemplos que demuestran que los regímenes políticos con tendencia a suprimir derechos y libertades comienzan por tratar de manipular, y hasta suprimir, la libertad de prensa.

En nuestros días, la libertad de prensa ha permitido que la humanidad conozca de las violaciones de ciertos derechos de individuos sometidos a privación de la libertad. La divulgación de fotografías en las que aparecen soldados de la alianza que ocupa Irak maltratando a prisioneros de guerra posiblemente obligue a suprimer estas prácticas de vejación contra seres humanos en condiciones especiales de desventaja. Ese es un ejemplo de ejercicio idóneo de la libertad de prensa.

Pero la misma libertad que ha permitido conocer de estas torturas ha servido en el pasado para propiciar atrocidades. Un caso patético fue el genocidio cometido en Rwanda, influido enormemente por instigaciones de odio a través de la prensa.

En estos tiempos, en nuestro medio, hay preocupación porque la concentración de medios de comunicación en manos de grupos de poder tiende, inevitablemente, a poner en riesgo el ejercicio idóneo de la libertad de prensa. Se trata de una condición que se presta al ocultamiento, circunstancial o habitual según convenga a los intereses, de verdades que deberían ser de dominio público.

En este Día Mundial de la Libertad de Prensa abogamos porque los esfuerzos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (ASDI) y otras instituciones, permita afianzar aún más, en todo el mundo, esta prerrogativa que es una de las principales garantías para las demás libertades.

[b]A votar[/b]

Del dominicano suele afirmarse que frecuentemente vota en contra de alguien o de algo. Justificada o no, esa percepción entraña un pecado de exclusión, porque frecuentemente ocurre que el dominicano suele dejar de votar disgustado con alguien o por algo.

Sean como fueren las cosas, lo cierto es que, primero, el ejercicio del voto debe asumirse como un deber ineludible y una facultad individual indelegable. Es una de las cosas que uno no debe darse el lujo de dejar de hacer.

El otro aspecto es que el voto debe estar destinado a propiciar la mejoría de todos. Debe ser motivado por el programa o propuesta más acorde con las necesidades de mejoría inmediata del país y contenga las bases para garantizar un futuro promisorio.

A dos semanas de las elecciones presidenciales, los dominicanos debemos tomar en cuenta nuestro deber de votar y ejercerlo a plenitud de manera consciente. Pensemos que si tomamos en serio nuestro derecho a la abstención, permitiríamos que otros decidan por nosotros. A votar, pues.

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