Libre comercio trasatlántico promete ser de mayor valor

Libre comercio trasatlántico promete ser de mayor valor

En los días de las largas distancias cuando el Partido Conservador era decididamente pro-europeo, Margaret Thatcher solía observar que era sobre todo político el caso para un estrecho compromiso con los vecinos de Gran Bretaña. El propósito de un mercado común llegó más allá de los beneficios económicos que se acumularan para los miembros. El rol de Gran Bretaña en el mundo ha disminuido. Europa fue la plataforma desde la cual dicho país podría impulsar su influencia.

La comparación es necesariamente inexacta, pero algo similar podría decirse en relación a los planes para un área de libre comercio Estados Unidos-Unión Europa. Una Sociedad de Inversión Comercial Trasatlántica (así es como será llamada) sin duda proporcionaría un muy necesitado impulso para la inversión, el crecimiento y los estándares de vida. Pero los intereses son altos.

Las naciones avanzadas están perdiendo terreno en relación a los estados nacientes. El flujo de poder para el este y el sur pone un signo de interrogación sobre la relevancia de “occidente”. Al igual que el lugar que ocupa Gran Bretaña en Europa, el caso de suma importancia para un acuerdo comercial trasatlántico es geopolítico. La economía es un medio para un fin. La recompensa es el avance del orden político liberal que últimamente parecía de retirada.

Barack Obama nunca ha sido engañado por Europa. Las partes del mundo que han demandado su atención han sido el Medio Oriente y el este de Asia. La estrategia de Washington, el llamado eje, ha sido para atraer los recursos del primero a través de la terminación de las guerras en Irak y Afganistán con el fin de desviar la atención del segundo.

El enfoque estadounidense para China ha sido a la vez de comprometer a Beijing y “protegerse” contra este mediante el reforzamiento en el Pacífico. Mientras Europa ha captado la atención del Presidente, esto se ha debido en gran parte a que la crisis de la eurozona amenazaba con descarrilar la recuperación económica tanto global como la de EEUU.

Muy naturalmente, Europa ya no es el centro del interés geopolítico de EEUU. Bajo el liderazgo de Vladimir Putin, Rusia está determinada a ser un problema en declive. Por la falta de capacidad de acción, el enfoque de Putin es molestar. Pero los tanques oxidados de Moscú apenas pueden representar una amenaza. El líder ruso es alguien a ser complacido antes que alguien a quien se le pueda temer.

Dicho esto, los reportes sobre el cierre de la relación trasatlántica han sido exagerados. Si las debilidades de la OTAN han sido expuestas debido a la derrota de los talibanes en Afganistán, esta sigue siendo la alianza militar más poderosa del mundo. Juntos, EEUU y la Unión Europea todavía representan casi la mitad de la producción global y un 30% del comercio mundial. La reserva de inversión conjunta asciende a más de US$3.5 trillones. Estos tipos de cifras hablan de una interconexión sin paralelos y de interdependencia.

Si los números bilaterales son tan importantes, entonces de la misma manera es importante el interés compartido en la preservación de un orden internacional abierto basado en normas como la mejor garantía de la seguridad de occidente.

Los valores, intereses y el peso militar de EEUU y Europa están imperfectamente alineados. Pero sobretodo desde la proliferación nuclear y el terrorismo internacional a la piratería del Océano Índico y la guerra cibernética, están mucho más cerca entre sí que para casi todos los demás.

Si el poder en el mundo moderno a menudo se mide por secas estadísticas económicas, una seguridad duradera reside en una amplia aceptación de las normas internacionales y de los valores, como también de la fuerza bruta militar. Cuando Washington quiere que se haga algo en las Naciones Unidas este se dirige en primer lugar a sus aliados europeos; cuando Francia necesita ayuda en Malí, EEUU es particularmente el aliado que más importa.

Lo que los europeos y estadounidenses necesitan es un proyecto para recordarles la importancia de esta relación y de su capacidad conjunta para trazar los hechos, algo para reemplazar la adhesión que se perdió al final de la guerra fría, como también para persuadir a los electorados de que sus políticos están realmente haciendo algo para empujar a las economías fuera de la recesión.

Los potenciales beneficios económicos fueron establecidos en el reporte conjunto emitido esta semana por la Casa Blanca y la Comisión Europea. Un acuerdo para abolir los aranceles, eliminar las barreras regulatorias y crear un punto de mercado integrado que pudiera agregar alrededor de un 0.5% anualmente al ingreso nacional en ambos lados del Atlántico.

Esto también establecería a EEUU y la U.E. como eminentes fijadores de estándares para el resto del mundo. El objetivo no debería ser para excluir; sino que este debería ser para demostrar que la influencia económica de occidente puede ser traducido en normas globales.

La eliminación de los aranceles será la parte fácil, aunque uno nunca debería subestimar la obstinación ludista de los grupos de presión del sector agrícola. Profundizar en los mundos de los estándares de competencia y preferencias culturales, comercio intra-empresas, regímenes fiscales competitivos o los derechos de propiedad intelectual, así como la definición de un área de libre comercio, casi se convierte en un ejercicio metafísico. A medida que los europeos pueden dar fe de su propia experiencia en la Unión Europea, la armonización también tiene la tendencia de chocar con las susceptibilidades nacionales en lo que respecta a la soberanía.

La respuesta ha de ser ambiciosa, pero no muy ambiciosa, a fines de evitar a lo mejor convertirse en el enemigo de los buenos. Si las dos partes fueran a obtener incluso un 50% de lo que es teóricamente posible, esto marcaría un avance seminal.

El otro riesgo es que la propiedad de las negociaciones caiga en manos de los tecnócratas. Los expertos en higiene alimentaria, por ejemplo, o la contratación pública, pueden siempre encontrar razones para el desacuerdo. Las conversaciones tendrán éxito solamente si los políticos aplican la ley del rigor.

Por su parte, estos políticos deben mantener en mente lo que está en juego en los debates arcanos. El naciente sistema internacional es a la vez más multipolar y menos multilateral. El orden global ya no pertenece a occidente, y tampoco, dirían muchos, debería pertenecerle.

Lo que importa, sin embargo, es que el sistema siga estando arraigado en algunos de los valores universales básicos como lo son el estado de derecho, la seguridad colectiva, el respeto por la dignidad humana, además de un gobierno responsable en la rendición de cuentas, son los que se pueden citar entre ellos.  Esa es la verdadera recompensa.

Las claves

1.  Beneficios del acuerdo.

Un acuerdo para abolir los aranceles, eliminar las barreras regulatorias y crear un punto de mercado integrado que pudiera agregar alrededor de un 0.5% anualmente al ingreso nacional en ambos lados del Atlántico.

2.  Riesgos. 

 A medida que los europeos pueden dar fe de su propia experiencia en la Unión Europea, la armonización también tiene la tendencia de chocar con las susceptibilidades nacionales en lo que respecta a la soberanía. El otro riesgo es que la propiedad de las negociaciones caiga en manos de los tecnócratas.

La cifra

3.5 Trillones. A eso asciende  la reserva de inversión conjunta de los Estados Unidos y la Unión Europea.

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