RAMÓN LEONARDO
Aprobado el TLC por los Estados Unidos y con su entrada en vigencia el próximo mes de enero, la reforma fiscal apura el paso para ponerse al día en la estructura productiva y comercial. Con sus beneficios y perjuicios, el TLC es ya una realidad insoslayable que colocará al país en disciplina en muchos renglones y esto es buenísimo, pues tendemos a ser medalaganarios que no es otra cosa que egoísmo, no es otra cosa que inmadures nacional: nos creemos el centro de la historia, cuando en realidad solo somos parte de los responsables y quizás, por acción u omisión, culpables.
El TLC traerá productos de todo tipo a precios atractivos, a menor o igual precio que los nacionales y ahí comienza el problema. El gran beneficiario en el intercambio es Norteamérica, pues nuestros productos, por la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, ya entran libres de arancel a suelo Estadounidense.
La industria nacional se verá compelida y espero que en lugar de llorar en todos estos meses de negociación, se estuvieran preparando, a enfrentar en competencia una interminable lista de productos de calidad. El beneficiado aquí será el consumidor.
Pero el desmonte arancelario que el TLC implica, exige una reforma fiscal para buscar el dinero que ingresa por los impuestos aduanales y la comisión cambiaria, que deben desaparecer a más tardar en enero.
La pregunta es, ¿Quién pagará el dinero que falta? el salario mínimo de los empleados, el de la clase media ya apabullada o el sector pudiente a partir de sus riquezas?.
A la hora de consensuar, negociar, se ha mencionado una y otra vez, que el gran ausente en la mesa es la voz del consumidor, el que paga los costos, la comisión cambiaria, el ITBI y todo lo que venga.
El TLC es una realidad, la reforma es una obligatoriedad, pero quien pagará los ajustes de la reforma fiscal que el tratado implica, es lo que debemos manejar con sumo cuidado.
La gobernabilidad, que es una ecuación de tres: Representatividad de los actores en la acción pública. Acuerdos alcanzados y consensuados, y resultados obtenidos; puede ser una frágil realidad si los resultados del consenso en medio de una cuestionada representatividad, solo pesar en el pueblo pobre, mendigante los últimos 40 años de vida democrática, ataviado para la muerte en todas sus formas y colmado de aspiraciones fallidas que generan un ambiente tenso y volátil, capaz, como ha sucedido ya en otros países hermanos, de dar al traste con las instituciones y los gobiernos.
Si vamos a comenzar desde cero en enero, la reforma fiscal debe incluir partidas, no solo compensatorias para los sectores más perjudicados por el TLC, más aún, debe incluir dinero suficiente para un impostergable presupuesto social redistributivo en las áreas de la salud, educación, vivienda, deporte, etc.
Todo debe comenzar por reducir de manera dramática la evasión tributaria. Ya eso sería un ingreso significativo y después mirar hacia arriba, las ganancias, la riqueza y la renta, pero dejen tranquilo los bolsillos pusilánimes de los que no tienen otra cosa que no sea el llanto marchito de una esperanza, que un día se vistió de fiesta y la dejaron plantada.
Aunque no estaba ni estoy de acuerdo con el TLC, ya no puedo más que montarme en el carro y viajar junto al pueblo por este nuevo sendero comercial. Que Dios nos bendiga..!